Nuevo traslado hasta Montpellier, donde el pelotón descansará por última vez, antes de que al día siguiente sea el punto de salida de la decimosexta etapa, que concluirá tras un prolongado tramo llano en el gigante de la Provenza, el Mont Ventoux. La dureza de sus rampas y el viento que suele soplar en los kilómetros finales lo convierten en un enigma: o jornada gloriosa o bochorno por falta de ataques.
Al siguiente día, paréntesis entre jornadas montañosas, con un trazado bastante tranquilo. Viendo lo que viene, es la jornada más propicia para que triunfe una escapada.
Si hemos dicho que en Pirineos se ha repetido una etapa con el mismo trazado que hace casi cuarenta años, se podría decir lo mismo en los Alpes, aunque en este caso tanto esta jornada como la siguiente son más bien actualizaciones. En esta decimoctava etapa podemos recordar una etapa similar en 1997, con un vibrante duelo entre Virenque y Ullrich. En aquella ocasión se subían los mismos puertos, tres colosos alpinos de los de toda la vida como Glandon, Madeleine y Courchevel, como ahora, solo que el último ha sido expandido hasta el Col de la Loze, subiéndose esta vez por donde se descendió en 2023. Sin duda, la jornada reina de esta edición, pero que veremos si en el ciclismo moderno funciona igual: son puertos de muy largo esfuerzo, y entre Madeleine y la ascensión final hay mucha distancia por el valle, por lo que la labor de los equipos debe ser vital en el transcurso de la etapa, tanto para defender como para atacar.
La última oportunidad es también una réplica de otra jornada mítica, aquella del 95 donde ganó Zülle, pero que todos recordamos por la exhibición de Induráin soltando a todos sus rivales en la ascensión final a La Plagne. En este caso repite hasta la subida previa a Saisies, Hery-sur-Ugine, pero la mejora respecto a hace veintiocho años es incluir el paso por el Col du Pré; se puede decir que una vertiente más exigente del Cormet de Roselend. Sin embargo, estamos en la misma tesitura que el día anterior. Desde la cima de este último puerto hasta las faldas de La Plagne hay un largo descenso, así como un tramo extenso de llano por el valle antes de una subida final de casi veinte kilómetros.
Y así termina la montaña en esta edición del Tour, con todas las etapas cortadas por un patrón similar, con puertos previos exigentes, pero que, por su disposición y por la dureza de las subidas finales, es bastante posible que solo sirvan de desgaste para la pelea en las citadas ascensiones definitivas.
Quedan dos etapas, y la penúltima es una oportunidad perdida. También es un recuerdo de cuando el Tour solía hacer el tránsito hacia París con varias de estas jornadas intranscendentes, muy propicias para escapadas multitudinarias de corredores cuyos equipos no hayan logrado nada hasta el momento. La organización clasifica el trazado como de media montaña, pero es demasiado optimista, con solo un puerto de segunda a mitad de recorrido. Todo cambio en los primeros puestos de la clasificación general sería una auténtica sorpresa.
Para rematar la carrera, la prueba vuelve a París tras el paréntesis del año pasado debido a los Juegos Olímpicos. Y justo los Juegos han traído la gran novedad del día, pues el uso en la prueba de fondo de aquellos de la subida a Montmartre gustó tanto que ha sido incorporado ahora, con tres pasos, tras tres vueltas al circuito habitual. Veremos si, en una jornada más tranquila, sin jugarse el oro olímpico, la subida no muy exigente y por calles estrechas sigue triunfando.