Para no perder la costumbre, la semana comienza con una etapa llana camino de Nîmes. Al menos se supone que es el último día donde un velocista tiene fácil imponerse. Ocho etapas en total no están mal.
Es verdad que desde aquí ya no hay tregua, empezando por la llegada a Superdevóluy. Es un formato similar a Le Lioran con mucho llano previo y dos subidas anteriores bastante exigentes, quizás un poco menos que en la referencia, aunque a estas alturas de carrera pueden hacer más daño.
La siguiente etapa es una incógnita, parece de media montaña aunque todas las ascensiones son de tercera categoría y sin grandes rampas. Además, el tramo final va picando para arriba, por lo que puede ser difícil de controlar por cualquier equipo si sus gregarios llegan a esta jornada número dieciocho muy tocados, por lo que el escenario que vemos es el de que triunfa una escapada.
Y más con el tríptico que queda por disputarse. Para empezar, en mi opinión, la etapa reina. Y lo es básicamente por un puerto: la Bonette, quizás el coloso más infrautilizado, apenas cuatro pasos previos con dos por vertiente, siendo estrenadas ambas vertientes por el genial Bahamontes. Si ya tenéis una edad como es mi caso, recordaréis la etapa que tuvo el mismo final en 1993 con el gran Miguel Indurain dominando la carrera junto a Tony Rominger, aunque la referencia más similar es la jornada del Giro de 2016 donde Nibali alcanzó el liderato definitivo de aquella carrera, pues en la del del campeón navarro se incluía Izoard de salida, mientras que en la italiana se subía completo el Colle de la Lombarda antes del final en Sant’Anna de Vinadio.
Para otros muchos, la etapa reina es la del siguiente día entre Niza y Col de la Couillole. Creo que aunque tenga una subida más, las ascensiones son de menor nivel, aunque sí bastante continuadas, por lo que se podría plantear, al ser la última oportunidad montañosa, la pelea desde lejos. Es difícil, pues en estas ascensiones largas y de pendientes moderadas, los equipos poderosos con grandes gregarios pueden controlar con relativa facilidad. También se echa en falta otro corte de etapa, ya que es muy similar al día previo y otro escenario seguro que alimentaría las opciones de vuelcos.
La ciudad donde concluye la carrera es la primera gran noticia del último día de carrera. No será en París por primera vez, volcada como está en los Juegos Olímpicos, por lo que la carrera terminará en Niza. Podría ser con la clásica etapa que vemos habitualmente París-Niza o alguna similar a las que se hicieron cuando empezó la carrera allí en 2020, pero no. La segunda noticia es que la carrera acabará con una contrarreloj, como en el legendario 1989, hace treinta y cinco años. Al contrario de aquella vez y de la anterior prueba contra el cronómetro de esta edición, el perfil de esta prueba final es muy accidentado. Podemos hablar de un primer tramo de cronoescalada desde Mónaco (ojo, con San Marino la carrera pasa por cuatro países) hasta La Turbie y el Col d’Èze, antes de un segundo tramo casi idéntico en kilómetros en bajada hasta la Place Masséna de Niza, donde se ubicará el podio final de la carrera.