VUELTA A ESPAÑA 2025: PRIMERA SEMANA

Como parece ya común, la carrera vuelve a tener su salida más allá de nuestras fronteras, en este caso en el Piamonte italiano. El punto de inicio, el Palacio de Venaria Reale, es ya un habitual; mismamente, el año pasado el Giro también partió de aquí. Esta primera etapa es básicamente plana, con solo una subida puntuable. Huele bastante a la típica etapa que hemos denominado como de muestra, donde lo importante es enseñar algunos de los sitios turísticos destacados del territorio que ha pagado por ser salida. En la parte deportiva, nunca me ha gustado empezar con una etapa pensada para la llegada masiva; el peligro es evidente cuando todos saben que el que gane se lleva el primer maillot rojo, lo que conlleva que alguno tenga arrobo en exceso y se puedan producir importantes caídas.

Al menos, la parte del peligro derivado de que cualquier corredor pueda ser líder se pierde en la segunda etapa, la primera llegada en alto. Limone Piemonte no es la subida más exigente que puedes encontrar en la región italiana, es casi un falso llano que solo coge exigencia en los últimos cinco kilómetros, porque la carrera se queda mucho antes de afrontar la parte decisiva del Colle di Tenda. Lo normal será ver un sprint reducido entre los corredores que terminarán jugándose la general.

Para terminar el recorrido íntegramente italiano, una etapa definida como de media montaña que cuesta aceptar como tal. La jornada solo cuenta con un puerto puntuado como de segunda categoría y la meta se marca como de cuarta (¿cuándo la Vuelta ha tenido que recurrir a ese nivel?), además de otros repechos varios. Pero, por ejemplo, el Giro femenino llegó a esta misma localidad en 2023 colocando puertos más exigentes cerca de meta, y un rápido repaso a una conocida página de puertos nos nombra cerca subidas tan interesantes como Sant’Ignazio y Croce di Chiaves.

Difícilmente la Vuelta volverá a atravesar los Alpes como lo hace en la cuarta etapa, pero lo hace de una forma funcionarial, casi como un traslado encubierto. Se pasarán los puertos de Montgenèvre y Lautaret, convirtiéndose en los primeros que se suben en las tres vueltas grandes (se podría incluir Tenda, aunque aquí se haga parcialmente), antes de un largo descenso buscando un aeropuerto desde el que partirán rápidamente los corredores. Al resto de la caravana le tocará hacer kilómetros en sus vehículos rápidamente, pues no habrá descanso; al día siguiente hay etapa.

Al menos, para dar algo de respiro, para el regreso a terreno nacional se ha planificado el modelo de etapa que menos tiempo necesita, una contrarreloj por equipos en los alrededores de Figueres. Es de las pocas ocasiones este año que veremos esta modalidad, y con una distancia, para los tiempos actuales, medio aceptable. Puede que sea más decisiva de lo que parece.

A continuación, toca el paso por los Pirineos, y se dirá que es porque es pronto, pero son dos jornadas con poca chicha. En la primera, con llegada a la estación de Pal, se evitan algunos puertos en Cataluña, pero sobre todo en Andorra, donde solo se sube previamente a la ascensión final La Comella, cuando Beixalis u Ordino le sentarían fenomenal.

Pero donde el viaje temporal se hace más patente es en la llegada el séptimo día a Cerler, con Cantó muy al comienzo y luego largos valles y cortas segundas por el camino hasta llegar a una subida final que hace tiempo que no da resultado, con la parte más dura demasiado lejos y donde no se llegará con el suficiente desgaste. Quizás Montanuy o Ramatsue mejorarían algo, pero seguirá siendo una etapa de otros tiempos. El Tour puede repetir etapas de hace cuarenta años, porque ya incluían especiales de paso, aquí no nos puede salir igual.

Llegamos al segundo fin de semana, y lo hacemos con una etapa completamente llana, camino de Zaragoza. Un par de apuntes sobre esta jornada. Llama la atención que las etapas que se van a disputar en sábado o domingo, en general, son las que tocan en el avance de la prueba, sin más selección, cuando últimamente se buscaba que fueran días destacados, para atraer audiencia. Y, en segundo lugar, lo que a mí particularmente más me molesta, lo insulso del trazado. Desde Monzón se coge la nacional hasta Huesca y luego se sigue igual hasta Zaragoza, donde se hace un circuito. Hace unos meses, la Vuelta femenina llegó a la capital oscense y sí que se buscaron carreteras más secundarias para darle algo de vida a la jornada. ¿Por qué ahora no?

Para terminar la semana, otra jornada revival, con otro de esos puertos que a finales de los ochenta y principios de los noventa eran la base de la carrera: Valdezcaray, sobre todo cuando se disputaba como cronoescalada. Pero en estos tiempos, sin ninguna ascensión previa importante, lo esperable es una llegada a decidir entre varios corredores en los últimos metros y poco más. Quizás no hubiera sido mala idea volver a disputar la ascensión en formato contrarreloj.