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Alberto Contador, la fisonomía de un campeón

Más allá de victorias o derrotas, hay algo que distingue a un gran campeón de otro que no lo es tanto: el ansia de victoria. Hay ciclistas que se escudan en pretextos para justificar un mal resultado, y precisamente eso es algo que no cabe en la mentalidad de Alberto, el mayor de los campeones de la actualidad.
¿Por qué? Porque nunca da por perdida una batalla. Pese a estar en malos momentos de forma, él pelea el primer puesto, no se conforma con un raquítico podio de haber andado entre medias de un triste pelotón de medianías. Necesita de intentar el demarraje, de dignificar la victoria del rival.

Por desgracia, es una excepción dentro de un gran grupo de conformistas. También es justo decir que él, acostumbrado a ganar, no tiene nada que perder a la hora de buscar el primer puesto. Para él quedar segundo es ya un puesto detrás del objetivo, por lo que la diferencia entre ser el primero de los perdedores y octavo es muy pequeña.

Sus rivales nunca le dan por vencido hasta acabadas las carreras, Que le pregunten a Purito, quien fue derrotado por el pinteño pese a estar más fuerte que él. Todo a base de raza, de hambre de victoria, pero sobre todo de clase, de calidad y unas cualidades escaladoras que no existen en la actualidad.

Sin la sanción podría haber sido un corredor de leyenda, de los mejores de la historia. Ahora tendrá que conformarse con ser el mejor de su época, un título que se le queda pequeño. Contador tiene su gran arma en la escalada. En una gran vuelta es muy común verle probarse en las primeras subidas para después en el momento en el que considere el ideal, arrancar con toda su fuerza y ver quién es capaz de seguirle.

Sólo un ciclista es capaz de dejar fuera de juego a los demás con su ritmo de escalada y no es otro que Nairo Quintana, una especie de nuevo Pantani, valiente y más centrado. Alberto tiene esa chispa que hace que al tercer intento sea inalcanzable para los demás. Sólo cuando está en su mejor forma. Cuando no lo está o no ha obtenido el resultado esperado, es capaz de buscar la diferencia en uno de los lugares más inesperados, ya sea por viento, en descenso, a través del equipo o forzando el despiste del rival. Ya le han sufrido varios campeones como su amigo Purito, Froome, ValverdeAndy Schleck, Evans, Nibali… y un sinfín de desafortunados que han tenido la desgracia de haber coincidido en el tiempo con un ciciclista como él.

Ese carácter recuerda al de otro campeón, en este caso francés, el inolvidable Laurent Fignon. Era un gran estratega, incómodo, de los que nunca entregaba la victoria. Así lo sienten sus enemigos, que no pueden despistarse un instante con él, que saben que únicamente se puede predecir que el español lo va a intentar, pero desconociendo dónde. Ahí está su gran mérito, el hacer imprevisible una época del ciclismo que destaca precisamente por todo lo contrario.

L.S.

INCLUIDO EN EL Nº17 DE DLC (leer)

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