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ANÁLISIS DLC: TODO POR DECIDIR EN EL TOUR

Cuesta resumir esta segunda semana del presente Tour. Y no porque no hayan sucedido cosas. Al contrario de lo sucedido en 2016, en una edición de las más aburridas, sino la más, de toda la historia de la ronda de gala, este año estamos viendo muchas cosas. Con lo de que cuesta resumir nos referimos a que las conclusiones que os podamos poner aquí son muy susceptibles de venirse abajo en muy pocas horas. Esa es la dinámica en la que se encuentra el presente Tour. Bienvenida sea esa dinámica porque así la carrera resulta emocionante. No sabemos exactamente qué va a suceder. Los guiones preestablecidos apenas tienen cabida en esta edición del Tour… salvo las etapas llanas resueltas al sprint.

El reinicio de la segunda semana, tras lo sucedido en el Mont du Chat, resultó de un nivel muy bajo. Dos etapas resueltas al sprint con victoria de Marcel Kittel, en una forma física extraordinaria. Cuesta entender la actitud de los otros equipos con sprinters, viendo tal superioridad del ciclista del Quick Step. El no meter hombres en las escapadas, el colaborar precisamente en la caza de los fugados…

Uno de los mejores paradigmas de la montaña rusa por la que discurre este Tour ha sido el comportamiento de Nairo Quintana. El ciclista de Movistar sorprendió en la etapa de Peyragudes. Se quedó del grupo cabecero en el que se suponía debía estar. Cuando se esperaba un progresivo hundimiento, sorprendió nuevamente en la etapa con final en Foix. Esta vez haciendo exactamente todo aquello que siempre se le ha reprochado que no hace. Atacando, dando la cara. Cuando además, apenas tiene ya equipo. Fue un derroche de orgullo. Se llegó a meter nuevamente en carrera. Pero su forma física seguía sin ser la adecuada para una cita de este calibre. Camino de Le Puy en Velay, otra vez a perder tiempo.

Sin que los altos y bajos sean tan espectaculares como en el caso del colombiano, en parecidos términos nos podríamos referir a Chris Froome. Perdió tiempo el inglés en la rampa final de Peyragudes, dando lugar a un sinfín de especulaciones. Las especulaciones se multiplicaban cuando Contador se marchó con Landa, y cuando no pudo desembarazarse de sus rivales en la subida al muro de Péguère. El colmo sucedía cuando pinchaba en la etapa del domingo al poco de que AG2R hubiere desencadenado el ataque. Sorprendentemente, o no tanto, Froome enlazaba con el grupo de favoritos. La falta de fuerzas, la falta de valentía de los rivales… Cuesta entender cómo los otros favoritos no plantearon un tú a tú frente a Froome y esperasen a que fuesen los gregarios de AG2R los que abriesen diferencia. Fue una especie de coitus interruptus. En la mejor oportunidad, contando además con el perfil que venía por adelante, los rivales de Froome, por las causas que sea, no supieron meterle tiempo. Sobre todo Romain Bardet desperdició una enorme oportunidad. En su terreno, con su equipo…todo era favorable en principio. Mientras tras la bajada de Mont du Chat  escribíamos que Bardet había jugado a ganar el Tour, esta vez no podemos afirmar lo mismo. Así, Froome salvaba una situación enormemente difícil.

Fabio Aru ha llegado a vestir de amarillo. En Rodez, su mala colocación propició que lo perdiese. Lo peor para él es la paupérrima situación de su equipo Astaná, otrora artífice de grandes gestas y que tanto contribuyó a las victorias de sus líderes.

La sorprendente regularidad de Rigoberto Urán lo mantiene arriba de la general. De Alberto Contador, una vez más, hay que destacar su actitud, sobre todo en la etapa de Foix. No es novedad que su forma física ya no es la que fue. De hecho, cuando ha habido ritmo de verdad en la montaña se ha terminado descolgando. Aunque el de Pinto lo achaca a sus caídas. E incluso en su cabalgada camino de Foix junto a Landa fue alcanzado por un Nairo que no está tampoco en su mejor momento.

La igualdad mantenida por los grandes líderes hasta hoy en las etapas montañosas conlleva que la general esté en un pañuelo. En dos minutos están siete ciclistas. Incluso Simon Yates y Dan Martin podrían llegar a disputar la carrera. Aventurarse en el terreno de las hipótesis, más en este Tour, es casi una irresponsabilidad. Si bien es cierto que la contrarreloj de Marsella favorece a todas luces a Chris Froome. Y eso obliga a sus rivales a asumir responsabilidades.

Sí. Es cierto. Todavía no hemos nombrado a Mikel Landa.

El alavés en este momento es uno de los ciclistas más fuertes de este Tour  en terreno montañoso. De ahí a que vaya ganar el Tour… Su cabalgada camino de Foix junto a Contador, su ascensión a Peyragudes, la facilidad con que le ayudó a entrar a Froome en el grupo de los elegidos cuando sucedió el pinchazo del inglés… Son momentos en que se ha advertido la pasmosa facilidad con la que Landa se desenvuelve cuando la carretera asciende. Pero Landa se encuentra en similar situación al Giro 2.015 en Astaná. Lo mejor es que, por fin, ha entendido que debe ser el jefe de filas indiscutido en el equipo en el que corra en el futuro. Es obvio que ni Froome ni Sky están como en pasadas ediciones del Tour. Sin embargo, las fisuras en el bloque británico respecto a años precedentes han venido a ser sustituídas por un segundo jefe de filas con totales garantías. ¿Cuál es mejor opción? ¿La de ediciones pasadas o la de ésta?

La emoción. La cantidad de cosas que estamos viendo. La cantidad de cosas que pueden llegar a suceder. Las sorpresas… Son factores que nos tienen enganchados a este Tour. Quizás sus protagonistas no lleguen a la grandeza de protagonistas de ediciones de décadas pretéritas. Pero no es menos cierto que nos estamos divirtiendo. Seguramente más que en aquellas ediciones dominadas por los grandes campeones por todos conocidos.

Llegados a este punto, recordamos cómo, tras la disputa del pasado Dauphiné, no nos atrevíamos a extraer conclusiones de cara al Tour. Pues bien. Transcurridas dos semanas del Tour, tampoco.

RAÚL ANSÓ ARROBARREN

@ranbarren

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