Mala suerte, moral débil ante la presión, inconsistencia… Muchos aficionados creen que Igor Antón está ante su última oportunidad de poder ser llamado un favorito en una vuelta de tres semanas. Por edad, por calidad y por estadística el vizcaino está llamado a explotar definitivamente. Será el líder de Euskaltel por tercer año consecutivo en la Vuelta, una carrera con la que mantiene una relación de amor-odio.
Euskaltel presentará un equipo muy escalador en la próxima Vuelta. En el conjunto naranja debuta Landa, una de las más firmes promesas de nuestro ciclismo. Sin embargo, faltan Nieve y Samuel Sánchez, que se dividirán el calendario mundial para lograr los puntos necesarios para mantener la máxima categoría. De hecho, Antón será el líder único en la gran ronda española, y ello es muestra de la fe que aún alberga por parte de su equipo.
Sin embargo, muchos aficionados comienzan a considerarle como la eterna promesa, el ciclista de cristal al que siempre sucede algo. Pese a que en 2011 supo reponerse a la mala forma con la que llegó a la salida de la Vuelta, su objetivo era pelear por la victoria. Victoria que todos tenemos la sensación que podría haber logrado la temporada anterior tirada por tierra por la maldita e indeseable caída camino de Peña Cabarga. Aquel día fue un deja vu del 2008, donde en puestos de podio se precipitó contra un guardarrail. El resultado fue su marcha a casa con la clavícula rota y la desdicha de tener en la mano un podio que le hubiese dado mucha tranquilidad.
El resurgimiento, un ciclista imprevisible
Su surgimiento tuvo lugar en la Vuelta también. Era el año 2006 y nadie contaba con Igor Antón más allá de algún destello de clase en alguna carrera de nivel. Sin embargo, aquel año aguantó con los primeros en más de una etapa y se llevó la reina, en Calar Alto. Desde entonces no ha dejado de contar entre los favoritos a todo. Curiosamente en 2007, ante un trazado nada apropiado a sus características, realizó su mejor general en la Vuelta (7º).
Ha probado el Tour, sin suerte. Y ha brillado en otras carreras como la Vuelta a Suiza, pero esta claro que la relación amor-odio que ha mantenido durante estos cinco años con la Vuelta deben seguir. Sobre todo porque igual que la gran ronda le ha quitado gloria, algún día se la devolverá.
Y le debe mucha. Aquel 2008 se había mostrado muy serio, aguantando la rueda de Valverde y Contador en los Pirineos y con todo un Angliru por escalar. El puerto asturiano nunca llegó a ver al pequeño escalador en sus rampas hasta 2011, año en el que Igor intentó la victoria en la cima riosana. Una pena, ya que ese objetivo vino precedido de una mala clasificación general y un mal punto de forma. Felizmente se rehizo y venció en Bilbao ante decenas de miles de aficionados abarrotando las calles de la ciudad vasca.
Ese año en el Giro también brilló, mostrando que bien puede codearse con empresas de gran calado y ante los mejores corredores del momento. Calidad tiene, por tanto. La duda estará en saber si este año, con un punto menor de presión debido a la presencia de Alberto Contador en la salida de Pamplona se producirá esa devolución de tanto disgusto sufrido en la carretera.
Una pena, ya que es un ciclista bien mediático y querido por la afición, de los que gustan, de arrancada fácil y valiente sobre los pedales. Bonita fueron sus arrancadas en Flecha Valona ante Evans, Contador o ‘Purito’ o en Castilla-León, destrozando las fuerzas de todo un campeón de Tour como el pinteño. Un ciclista de clase al que le falta un tanto de consistencia para confirmarse como un ídolo de masas.