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Contador, Dauphiné y el Teide

El español prepara la ronda gala con mimo. Sabe que los rivales serán muchos y muy duros, y que cada uno apretará fuerte en su terreno. Si su estado de forma se lo permite, sentenciará pronto, o lo intentará. No es el madrileño de los que se lo piensan a la hora de buscar diferencias y dejar resuelta la general lo antes posible. Para ello trabaja en una tierra, la Canaria, en la que ha podido gozar de muy buen clima y carreteras eternamente apuntadas hacia el cielo. El Teide se convierte así en su confidente, en su aliado, en el testigo de lo que ofrecerá en Dauphiné y, por tanto, en el Tour.

Alberto quiere gustarse, meter miedo. Dejar claro quién es el más fuerte y temido de entre los aspirantes a ganar el Tour. Por esa razón y por la ambición que demuestra en cada carrera en la que compite, quiere ganar Dauphiné. Como es obvio, no a cualquier precio. Las sensaciones a lo largo de la temporada han sido inmejorables y ya tiene mucho andado. Pero bien es cierto que la memoria es débil y corre el riesgo de que sus gestas de primavera no sean recordadas. Ganar Tirreno-Adriático y País Vasco en un mismo año y con un segundo puesto en la Volta entre medias, es un baremo incontestable. Más aún tras la manera en que lo hizo, dando un estacazo desde lejos en Italia y sentenciando el primer día en Euskadi.

Dauphiné espera como una última carta de presentación con la que acudir a Inglaterra a finales de mes. La condición debe ser muy buena ya, lo suficiente como para permitirle al menos luchar por la victoria.

El lugar de preparación ha sido el mismo que sus rivales, aunque sus temporadas poco hayan tenido que ver. Nibali se ha dejado ver de forma esporádica y Froome ha sido irregular en sus apariciones, aunque implacable en sus tests. Como Alberto.

L.S.

Contador y Gran Canaria

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