Publicado en Planeta Ciclismo Nº 58
La temporada 2009 y su Tour de Francia en su 96ª edición siempre serán recordados por ser el año y la carrera en la que el texano Lance Armstrong, ganador en aquel entonces de siete Tours, regresaba al pelotón profesional tras tres temporadas de retiro, coincidiendo en el mismo equipo con el también, por entonces, seguramente mejor ciclista del mundo, el español Alberto Contador, bautizado por el propio Lance como “El Pistolero”.
El que sería a la postre el segundo amarillo en París para el ciclista de Pinto se iba a convertir en un Tour en el que Contador disputaría a la vez dos carreras: una, la de la ronda gala en sí y otra, en su propio equipo.
Han pasado ya quince años de ese épico duelo en el que antes, durante y después, se sacaron mil y una lecturas. Viendo hoy día el palmarés de uno y otro y todo lo que ha pasado en este tiempo no queda lugar a dudas en cuanto a quién merecía ese Tour y todo lo que vendría después…
Sin embargo, es una historia con momentos épicos, inolvidables, surrealistas y que en cierta medida hoy se llega a echar de menos debido a la monotonía de algunas carreras. ¿Cómo habrían sido estos pasados años si el ciclista norteamericano no hubiera regresado a la competición?

Del rumor al bombazo
El 8 de septiembre de 2008 Lance Armstrong confirmaba un rumor que venía sonando en las últimas fechas: regresaba al ciclismo profesional. El corredor texano, que colgó la bicicleta en 2005 después de lograr siete Tours de Francia de manera consecutiva, decidía volver con el objetivo de seguir impulsando la conciencia global y la lucha contra el cáncer del que él era un superviviente y una de las caras más mediáticas en la batalla contra la enfermedad junto a su fundación «Livestrong»”. También anunciaba, como no podía ser de otra manera, que regresaba con la idea de lograr un octavo Tour de Francia.
No solo eso, lo hacía de la mano de Johan Bruyneel, su amigo, mano derecha y director de equipo en US Postal primero y Discovery Channel después. No había dudas de que con ningún director estaría más cómodo en su vuelta. Solo quedaba un «asunto» por resolver. Armstrong retornaba a la competición para ganar y volver a ser el de antes, teniendo un equipo a su entera disposición; sin embargo, a nadie se le escapaba un pequeño/grandísimo detalle: el Astana, equipo en el que se embarcaría la próxima temporada 2009, ya contaba con un líder. Y era seguramente el mejor ciclista del mundo en esos momentos y, por edad, y si no pasaba nada raro, lo seguiría siendo los años venideros: Alberto Contador.
El corredor madrileño ya había ganado el Tour de 2007, el segundo año después de los Tours de Armstrong, pero no pudo defender su triunfo en 2008 porque el equipo kazajo dirigido por el propio Bruyneel fue vetado del Tour.
El anuncio del regreso del corredor norteamericano fue un bombazo en el mundo del deporte. La noticia corrió como la pólvora, ocupando cabeceras en los medios tradicionales y en las redes sociales, donde Armstrong era un asiduo (y pionero) de Twitter en esos años todavía sin la repercusión que alcanzaría en un futuro no muy lejano.
No era el primer deportista de un altísimo nivel y prestigio que volvía tras su retiro. Muchos comparaban este regreso al de Michael Jordan tras diecisiete meses alejado de las pistas de baloncesto en la NBA. El escolta de los Bulls regresó en 1995 como se fue: siendo el mejor de todos los tiempos. ¿Conseguiría Lance Armstrong estar al mismo nivel que cuando lo dejó en 2005?
Tenía 37 años en el momento del anuncio y en el Tour ya estaría cerca de los 38, justo once años más que Alberto Contador. La gran pregunta que todo el mundo se hacía era ¿coincidirían los dos en la Grande Boucle?
Enseguida se abrió un debate entre aficionados, periodistas y los propios ciclistas. Mucha gente no pensaba que ambos corriesen en muchas carreras siendo parte del mismo nueve que alinearía Astana. Otros opinaban que el regreso era más mediático que deportivo y que habría que ver el nivel real del texano, sobre todo con una edad ya considerable y después de haber estado sin competir tres temporadas.

Además, era obvio que por mucho que hubiera sido el gran dominador del pelotón tiempo atrás, el peso y la jerarquía de Alberto Contador en el equipo estaban por delante, pues el pinteño a sus 26 años ya había ganado tres grandes: el Tour de 2007 y el Giro y la Vuelta de 2008, y hasta el anuncio de Lance era el jefe de filas sin discusión del conjunto kazajo.
Incluso antes de arrancar la temporada 2009, ambos se echaban flores públicamente cada vez que salía el tema de la convivencia de los dos en el mismo equipo, lo que hacía ver una buena sintonía al menos de cara a la galería.
Una convivencia aplazada
Las primeras semanas de la nueva temporada fueron más o menos tranquilas, con los dos líderes centrados en sus respectivos calendarios y objetivos, pero con ambos confirmando que estarían en julio en la salida del Tour en Mónaco. No obstante, coincidirían en la Vuelta a Castilla y León en el mes de marzo, lo que sería una buena piedra de toque antes de la gran cita francesa.
Hasta el inicio del Tour, Contador disputó la Volta al Algarve con una etapa en el zurrón y llevándose la general; París-Niza, cuarto en la general y dos etapas; Vuelta a Castilla y León terminando segundo; la Vuelta al País Vasco con la general y otras dos etapas; el Critérium Dauphiné, donde acabó tercero; y el Campeonato Nacional de contrarreloj, donde se colgó la medalla de campeón de España.
Por su parte, Armstrong debutó en el Tour Down Under, terminando en la posición 29; Tour de California, séptimo en la general; Milán-San Remo, siendo el 125 en la Classicissima; la Vuelta a Castilla y León, y el Giro de Italia como preparación de cara al Tour.
No obstante, pocas conclusiones se pudieron sacar en tierras leonesas pues el americano daría con sus huesos en el suelo en la primera etapa, rompiéndose la clavícula, lo que le obligaba a abandonar y pasar por el quirófano. Pese a todo, y afortunadamente, Armstrong pudo recuperarse a tiempo para hacer un decente Giro de Italia, terminando noveno como puesta a punto para el Tour de Francia.

El Astana era un auténtico equipazo, eso nadie lo dudaba y era obvio que además del pinteño y el texano, en Francia alinearía a ciclistas que casi podrían ser jefes de filas en otras formaciones, como Levi Leipheimer o Andreas Klöden. Lo que pocos esperaban, sobre todo Alberto Contador y su entorno, es que a tres días escasos del arranque del Tour, Benjamín Noval, uno de los hombres de confianza del madrileño, extrañamente y sin motivos deportivos justificados, no sería de la partida, lo que evidentemente si perjudicaba a alguien era al ciclista español.
Con todo, en el reparto de dorsales el teórico líder era Contador que llevaría el 21. Armstrong, seguramente muy a su pesar, luciría el 22. El resto de la formación, como decíamos, era un equipazo: el alemán Andreas Klöden, el norteamericano Levi Leipheimer, el kazajo Dimitry Muravev, el luso Sérgio Paulinho, el ucraniano Yaroslav Popovych, el suizo Grégory Rast y el guipuzcoano Haimar Zubeldia.
En la terna de favoritos evidentemente estaban los dos hombres del Astana, además de Cadel Evans, que estaba llegando a sus mejores años y en las dos ediciones anteriores había finalizado segundo, el vigente campeón Carlos Sastre, el joven Andy Schleck, que había ganado en Lieja y que seguro que contaría con la inestimable ayuda de su hermano Frank, o Denis Menchov, que esa temporada ya se había adjudicado el Giro de Italia.
Contador contra todo
El Tour comenzó con una contrarreloj individual en Mónaco en la que el más veloz fue Fabian Cancellara con un tiempo de 19’32”. Alberto Contador fue segundo a 18” del helvético y Armstrong décimo a 40”. Nada reseñable aunque, eso sí, ya desde la primera jornada el madrileño estaba por delante por solo unos pocos segundos.
El foco en esos primeros días estaba tres días después, en la cuarta etapa, en la contrarreloj por equipos, donde seguramente algún Astana pudiera ya, aunque simbólicamente, ponerse de amarillo. No obstante, fue en la tercera etapa donde se dio el primer capítulo destacable de la batalla que se empezaba a fraguar en el seno del propio equipo Astana.
En una etapa que debía ser tranquila y con final en Le Grande-Motte, Contador se cortaba por los abanicos provocados por los Columbia. Lo que chocó no fue el despiste del madrileño, sino que unos cuantos Astana, con Armstrong entre ellos, se pusieran a tirar en el grupo delantero en vez de intentar hacer de freno para que el pinteño enlazase.
Resultado: Contador pierde 40”. Un error de carrera del que Armstrong, que se colocaba tercero en la general, sacaba pecho afeándole públicamente su despiste al ciclista madrileño. El enfrentamiento ahora sí parecía servido. Al día siguiente, como muchos previeron y obviando la incipiente tensión, Astana fue la mejor formación en la contrarreloj por equipos, donde arrasó.
Con Alberto Contador con su maillot de campeón de España contra el crono comandando parte del recorrido de 39 kilómetros, Astana colocó a cinco de sus hombres entre los diez primeros: el pinteño, Armstrong, Klöden, Leipheimer y Zubeldia.

No obstante, Cancellara pudo conservar el amarillo de líder empatado a tiempo con un Armstrong que se quedaba a centésimas de lograr un maillot que no vestía desde hacía cuatro años. Fue lo más cerca que estuvo.
De ahí en adelante el clima del equipo Astana se enrareció. Etapa tras etapa el debate crecía en las zonas de prensa, en las tertulias, en las entrevistas tanto las previas como en las llegadas, entre los aficionados… pero Contador apenas se expresaba públicamente, mientras que el corredor norteamericano se despachaba a gusto en Twitter.
Esos días que pasaron desde la cuarta hasta la decimoquinta jornada vieron a Luis León Sánchez levantar los brazos en Saint Girons y a Rinaldo Nocentini lucir el maillot de líder que heredó de Fabian Cancellara.
Golpe de mano en Verbier
Hasta que llegó la etapa con final en Verbier de 207 kilómetros. Hasta entonces Astana había trabajado más o menos bien para sus dos líderes. De hecho, ambos eran tercero y cuarto en la general, a 6” Contador y a 8” Armstrong de Nocentini, pero el madrileño quería más. No estaba cómodo.
El ambiente, las órdenes en carrera, la convivencia con Armstrong, los «ataques» desde dentro del equipo al que él se debía… Y las piernas. Alberto Contador tenía piernas para ganar y estaba atenazado por las órdenes de su propio director de equipo.
En Verbier no lo dudó. Ya no le importaba lo que ordenase Bruyneel o pensase Armstrong y lanzó un ataque logrando una victoria para el recuerdo. Daba un golpe en la mesa y se hacía con un liderato que ya no soltaría. Disparó en la meta contento y orgulloso. Liberado. «El Pistolero» le llamaba Lance ¡pues toma! De hecho, le sacó al americano más de 1’30”, aunque desde ese día su rival sería Andy Schleck, el único capaz de seguirle.

No obstante, en la clasificación general Armstrong era segundo y a pesar del 1’37” que le sacaba el madrileño, estaba claro que si en Astana iban ayudar a alguien a pelear el maillot de líder iba a ser al norteamericano.
Ya era un secreto a voces: Alberto Contador debía defender el liderato él solo. No podía esperar nada de casi nadie de Astana. Incluso el líder tenía que guardar su bicicleta en la habitación de su mecánico para evitar alguna «sorpresa inesperada».
Mikel Astarloza, posteriormente descalificado, ganaba un día después hasta que llegó la jornada 18 donde se disputaba la contrarreloj individual en Annecy de 40 kilómetros, donde tanto el Pistolero como el Texano sabían que las balas para lograr el amarillo en París pasaban por esa crono.
Por si todavía había alguna duda, Bruyneel optó por seguir a Armstrong desde su coche de equipo en lugar del líder de la carrera, lo que hablaba muy a las claras de la preferencia y el objetivo del director belga.
Pero eso no fue problema para un Alberto Contador que todavía más encorajinado voló logrando su segundo parcial en la ronda gala y, de paso, se convertía en el primer español desde Miguel Indurain que ganaba una contrarreloj en el Tour.

El madrileño era primero en la etapa y solo Cancellara, a 3”, fue el único que le hizo sombra. Lance Armstrong, a pesar de los ánimos y las instrucciones de Johan Bruyneel desde el coche, solo pudo ser decimosexto a 1’30”, por lo que caía a la tercera posición.
Golpe casi definitivo de Contador a la general que distanciaba aún más a Andy Schleck, segundo a 4’11” y a Armstrong, tercero a casi cinco minutos y medio del ciclista de Pinto. Incluso el norteamericano empezaba a ver cómo Klöden, el otro Schleck, Frank, el joven Vincenzo Nibali y la revelación Bradley Wiggins amenazaban su tercer puesto.
Con todo, preguntado por los medios, Armstrong optó por el tradicional micrófono en vez de teclear sus impresiones vía Twitter: «Hay algo de tensión en el equipo» comentaba. Y seguía empeñado en algo ya complicado, aunque no del todo imposible: «Mi objetivo es llegar a París de amarillo» añadía. «Puedo ganar o ser octavo, pero ahora mismo no firmo el tercer puesto» comentaba también el ciclista de Austin. Lance Armstrong en su máxima expresión, señores.
La paz del Ventoux
Tras la antepenúltima etapa, que otra vez se llevó al sprint Mark Cavendish, ya solo quedaba el Mont Ventoux para ver la última batalla antes del epílogo parisino.

El día que Juanma Gárate lograba la victoria (otra más para el ciclismo español en ese Tour) ante Tony Martin se pudo ver quizás la única vez que los dos «trabajaron» y se comportaron como compañeros de equipo. Se miraron, hablaron ligeramente y se pusieron de acuerdo en las tareas. Lance vigilaría a Frank Schleck, mientras que Contador haría lo propio con Andy Schleck.
Así hasta el final y cada uno defendiendo lo suyo: Contador su primer puesto y Armstrong su tercero. El madrileño llegó a 38” de Gárate e incluso le metió tres más al americano que cruzaba la meta a 41” del ciclista de Rabobank.
Ahora sí, virtualmente y a la espera del último día en París, Alberto Contador celebraba su victoria en el Tour de Francia. La cuarta consecutiva de un ciclista de nuestro país tras la de Óscar Pereiro en 2006, la del propio Contador un año después en 2007 y la de Carlos Sastre en 2008.
En el podio en la capital francesa, tras la última etapa que se llevó otra vez Cavendish (seis victorias), la cara de ambos era bien distinta. Alegría y sonrisa del madrileño y gesto serio del norteamericano. Se saludaron protocolariamente de una manera muy fría, sin apenas mirarse a los ojos.
Estaba claro que era la última vez que se les iba a ver juntos en una foto con el mismo maillot, pues el propio Lance confirmaba al término del Tour que en 2010 lo intentaría de nuevo pero en el conjunto RadioShack. Y sí, Bruyneel y unos cuantos más se iban con él.

Con todo y con perspectiva de ese verano de 2009, sin contar lo que sucedería años después tras la confesión de Armstrong ante la popular Oprah Winfrey, verle en el podio en París después de tres años sin competir y al nivel que lo hizo era para quitarse el sombrero.
Buscaba su octavo Tour y por momentos estuvo cerca de lograrlo, pero no pudo con un Alberto Contador quizás en una de sus mejores versiones.
Aun así, terminar tercero a 5’24” del madrileño, con esa edad y después de volver a la competición, fue todo un éxito. El texano además se convertía, tras Poulidor, en el segundo ciclista más veterano en hacer podio en el Tour de Francia. Casi nada.
Un podio que ya no pisaría nunca más, aunque esa sea otra historia. No así Alberto Contador, que tenía todo el futuro por delante y un montón de balas en la recámara para las siguientes temporadas.
El Pistolero, en una gran condición física durante las tres semanas del Tour, había ganado merecidamente el duelo con El Texano aguantando carros y carretas y lidiando con mucho. Dentro y fuera de la carretera. Quizás ese fue su gran éxito. No solo sus piernas, también su cabeza.
SERGIO ANDRÉS
@ENTREBICIYBALON