Durante los días previos al inicio del Tour de Francia, concluidos los respectivos campeonatos nacionales, la falta de competiciones importantes en espera de la Gran Départ en la Abadía de Mont Saint Michel nos trae las especulaciones y las valoraciones acerca de las listas definitivas de corredores con las que los equipos acuden a la máxima competición de nuestro deporte.
Un repaso rápido a estas listas, referido exclusivamente a los equipos que ganaron la clasificación general individual durante los últimos veinticinco años, nos lleva a una conclusión casi unánime con muy escasas excepciones: Quienes ganaron diseñaron en el inicio del Tour un equipo exclusivamente pensando en la clasificación general individual.
Así, en el Tour de 1.991, aunque pudiese haber aún dudas acerca de quién era el jefe de filas en Banesto (Delgado o Induráin) no las cabía acerca de que el interés máximo era esa clasificación general. De 1.991 a 1.995, ningún ciclista de este equipo que no fuese Miguel Induráin obtuvo ninguna victoria de etapa en el Tour. No hubo ninguna duda de cuál era el objetivo de Banesto.
La mayor excepción a la regla máxima que hemos determinado la puede constituir Telekom con sus victorias en 1.996 y 1.997 con Riis y Ulrich. En estos equipos corrió Erik Zabel que obtuvo entre ambas ediciones un total de 5 victorias. Está claro pues que Telekom no jugó sólo la baza de la victoria en la general individual, aunque ciertamente Zabel era un ciclista que ofrecía en aquellos años muchas garantías de victorias parciales y merecía la pena confiar en el teutón.
En 1.998, el Mercatone Uno de Pantani fue el regreso de nuevo al “todos para uno”. Y no digamos nada de la continuidad que tuvo esta práctica en los tiempos de los Tours (anulados oficialmente) de Lance Armstrong con su equipo US Postal. Igual que en los tiempos de Banesto, los equipos del texano estaban diseñados única y exclusivamente pensando en la general. Como prueba, y a pesar de disponer de magníficos “gregarios” en este equipo, las únicas victorias de etapa que no fueran de Armstrong llegaron en 2.005 de las piernas de Hincapié y Savoldelli.
Sea pensando en Leipheimer, sea pensando en Contador, no hay duda que el Discovery Channel de 2.007 estaba concebido para la general. Tres cuartos de lo mismo podríamos escribir respecto a CSC-Saxo Bank de Sastre, Astaná de Contador, BMC de Evans…
Sin embargo en 2.012 se creó buena polémica en el seno de Sky, por la inclusión de Cavendish en la lista inicial. La discusión era la típica de si el ciclista de Man debía disponer de más o menos recursos para la consecución de sus objetivos, o si ésos recursos, limitados siempre a nueve, debían atender las demandas de Wiggins o Froome. Y la realidad, que el polémico sprinter fichó la temporada siguiente por Omega Pharma…
No cupo debate de este tipo para las ediciones victoriosas de Froome en 2.013 y 2.015; el objetivo estaba clarísimo desde la composición. Lo mismo que respecto al Astaná para obtener el triunfo con Nibali hace dos años.
La pasada edición de la Vuelta 2.015 y la reciente del Giro 2.016 dieron como vencedores a Aru y a Nibali en el marco de un equipo, el Astaná, claramente diseñado para la búsqueda de la clasificación general, y renunciando de entrada a cualquier otro objetivo que no fuera ese. Nos referimos con esto a que no incluían a sprinters que pudiesen requerir un séquito de lanzadores que pudiesen mermar el objetivo principal de controlar la carrera para su líder. Aunque según sean los corredores que conformen ese séquito, los objetivos puedan ser compatibles.
Precisamente durante estas dos carreras (Vuelta 2.015 y Giro 2.016) hemos podido ver a ciclistas que, pudiendo haber ganado esas grandes rondas, finalmente no lo han podido hacer. Y la principal causa puede ser el hecho de que careciesen de un equipo capaz de hacer frente a todo un Astaná. Aunque en el tú a tú no fuesen inferiores al ganador, la diferencia de equipo decantó la balanza hacia Astaná. Paradigmático es el ejemplo de la penúltima etapa por la sierra madrileña de la pasada Vuelta con Tom Dumoulin. Astaná pudo enviar ciclistas por delante de los líderes mientras Giant Alpecin no fue capaz de ello. Y ya en el reciente Giro, ni el Orica de Chaves ni mucho menos el Lotto Jumbo de Kruijswijk fueron capaces de ejercer una labor de control, o de ataque. El holandés estuvo sólo en su caída en el Agnello. No había compañeros por delante que le hubiesen podido esperar. Y tampoco suficientemente cerca por detrás. Y para atacar o defender un liderato se necesitan compañeros tanto por delante como por detrás.
Centrémonos en el caso de Kruijswijk. El tulipán demostró durante la edición de 2.015 que podía aspirar a ganar el Giro. Sin embargo, salvo los fichajes de Enrico Battaglin y Primoz Roglic, Lotto Jumbo no reforzó suficientemente el equipo para disputar la corsa rosa con garantías de éxito. Cierto es que sin la caída en el Agnello, quizás el vencedor hubiese sido Kruijswijk. Pero su equipo evidenció inferioridad respecto a Astaná, sea porque estas rondas de tres semanas no son la apuesta primordial de este tipo de equipos o sea por la razón que fuere. La falta de convicción en la posible victoria de Kruijswijk se demostró con la inclusión en el equipo por ejemplo de un sprinter como Moreno Hofland. Casi como un recurso por si fallaba el escalador holandés. Por su parte Astaná, tras sus dudas con Landa y Aru durante la edición pasada, demostró este año que tenía su objetivo bien definido y puso los medios adecuados para su consecución. Ganar la carrera. Eso le diferenció del resto. Corrió en exclusiva para ello. Y planificó correctamente su temporada para que hubiese hombres en su plantilla capaces de afrontar este reto en este momento. Y se benefició por supuesto de que a su líder Nibali sus rivales no le rematasen cuando tuvieron ocasión…
Una gran ronda por etapas se empieza a ganar desde cuando comienzan a realizarse los fichajes para la temporada venidera. Cuando se diseña un equipo. Se trata de hacer una apuesta; arriesgada, por supuesto. Valorar si se dispone de un líder con garantías suficientes para ganar una gran ronda. Y rodearlo de los necesarios gregarios para afrontar ese reto. Sin escatimar esfuerzos. Restando potencial al rival si la chequera lo permite. Convertir jefes de fila en otras escuadras menores en gregarios de un gran líder. Dándoles un calendario adecuado. Tener motivados a esos gregarios. Tener claramente definidos los objetivos del equipo y las obligaciones de cada miembro del grupo. Tener asegurada la permanencia en ese grupo si se cumplen las expectativas…
Hay un equipo que para este Tour cumple con estos mandamientos a pie juntillas. Su nombre es Sky. Su líder Froome, absolutamente centrado en esta carrera. De sus gregarios… ¿qué decir a estas alturas que no se sepa ya? Este año incluyendo además a Landa, su baza fallida en el pasado Giro. Equipo con un único y conocido objetivo en la Grande Boucle.
Hay otro equipo que, de entrada, no parece en unas condiciones tan ideales. Su nombre es Tinkoff. La inclusión de una estrella mediática como Peter Sagan a estas alturas no se sabe cómo debe interpretarse. Si va a comportarse como un gregario de Contador o como un recurso del equipo en caso de que el pinteño fallase de cara a la general. Pero de entrada denota duda acerca de la confianza en el jefe de filas en el propio equipo, así como que no parecen dedicar todos los recursos disponibles para ese objetivo principal. El resto sí que parece que tienen unas misiones definidas. Aunque habrá que esperar acontecimientos y comprobar determinados comportamientos. Porque la previsible falta de continuidad del equipo en el futuro no garantiza tampoco nada positivo. Pero si hay un ciclista capaz de desenvolverse en entornos poco favorables, ése se llama Alberto Contador.
@ranbarren