Un nuevo año y una nueva ilusión en el adoquín. Tras la exhibición del suizo ante el trío de galgos belgas, Cancellara afronta de cero una carrera en la que todos los equipos correrán contra él. El más difícil todavía, si ya su victoria en el Tour de Flandes fue una auténtica proeza, dado el marcaje férreo que sufre desde hace ya varias temporadas. Reinventar su táctica y sorprender son las claves.
Trek ya sabe que, sobre todo, un herido Omega-Pharma saldrá a hacerles la vida imposible, a descontrolar todo lo que el poderoso séquito de Fabian intente controlar. Un enorme trabajo de desgaste para el que poseen hombres en cantidad y en calidad. Roubaix siempre ha sido escenario de sorpresas, pero también de dominios del mejor corredor.
¿Quién puede impedirlo? Un ciclista como Boonen, tan bueno como el suizo, pese a que no parece en aquella forma con la que deslumbró al mundo tanto tiempo. Terpstra parece el más fuerte de Omega, pero sin alardes. Stybar, Vandebergh y compañía estarán a disposición de ellos dos, al menos así obra la lógica.
Pero uno de los mayores peligros viene del lado del Belkin. Pese a que históricamente no han estado muy afortunados en las piedras, Sep Vanmarcke tiene entre ceja y ceja la victoria en el velódromo. Ya aguantó las embestidas del ganador de 2013 y tiene la moral por las nubes tras haber sido capaz de disputar hasta el final por vencer De Ronde.
Por otro lado corren BMC, con algún hombre peligroso como Van Avermaet o Phinney, o Giant, que pone en liza a un muy buen Degenkolb. La velocidad al sprint bien podría ser el arma definitivo y ahí el alemán jugaría un papel decisivo. El problema, el de siempre, que existen muchos favoritos.
¿Y Sagan? Una incógnita. Siempre que se le espera, falla, por lo que habrá que mirar hacia otro lado para medir su capacidad en la reina de las clásicas de adoquín, donde no ha demostrado hasta la fecha absolutamente nada.
L.S.
