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Samuel Sánchez y la gran victoria

Año 2008. Giro, Tour y Vuelta alzaron la bandera española el último día. También lo hicieron la Lieja y la Dauphiné. El broche lo puso el oro en Pekín, un sprint monumental junto a la Gran Muralla vencido durante cuatro años por Samuel Sánchez, un asturiano que, aunque ya tenía muy buenas referencias, encontró de golpe justificación a toda una vida dando pedales.

Desde aquel día su ambición fue a menos, coronada en 2013 con sus afirmaciones sobre su no segura continuidad en el profesionalismo. Lejos quedaron los gustos románticos por el descenso temeroso, fino y elegante.

Euskaltel le ha tenido como faro desde entonces, su razón de ser. De la mano ambos han ido al mismo destino, al conformismo y al abandono del ciclismo. Mientras hubo respuesta en Itzulia y Tour no hubo problema. En cuanto su rendimiento ha bajado estrepitosamente, lo ha hecho el de su equipo. Un baremo perfecto de la historia de Euskaltel.

Desde aquel día la respiración es que el ciclismo ha acabado, que las carreras son más engorro que ilusión y que los resultados y la imagen son lo de menos. El historial y el año que viene, dejando para otro día lo que se podía hacer hoy ha llegado tan lejos como al espíritu agarrotado de un equipo que no lo merece.

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