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Tour 2023: La pérdida de la identidad

La identidad se conforma mediante una serie de ideas y valores que acompañan a las personas, a los grupos o las instituciones durante su vida. Esas características pueden alterar o variar en función de los tiempos. Pero siempre manteniendo una esencia. Pues el recorrido del Tour de este año solo mantiene una seña de identidad: es una carrera con 21 etapas y dos días descanso.

Algunas de estas señas de identidad han sido históricamente consideradas como perversas para el espectáculo. Y se alteran para bien. Ejemplo de ello son las dos primeras etapas en el Euskadi, y en general la primera semana. Pero las otras señas (la longitud de las etapas, la alta montaña, las contrarrelojes, incluso la media montaña) se pierden.

Así, el Tour sale de Euskadi, en Bilbao, con una primera etapa de media montaña con un final muy agresivo en el Vivero y Pike Bidea muy cerca de meta, para buscar un primer líder entre la “gente importante” de la carrera. Al día siguiente, etapa parecida en San Sebastián, con Jaizkibel (8 kms al 5,2%) a 18 kms de meta.

Tras este inicio bastante intenso, la carrera entra en Francia con dos etapas llanas en Bayona y Nogaro antes de afrontar el primer bloque montañoso con etapa en Laruns, con dos grandes puertos por el camino (Soudet y Marie Blanque) en la que es posiblemente la etapa de montaña mejor diseñada de todo el recorrido, junto con la siguiente, con el primer final en alto en Cauterets-Cambasque acompañado de Aspin y Tourmalet. La primera semana continúa con etapas quebradas hacia el macizo central pero para el sprint, antes de recuperar una llegada en alto mítica, la del Puy de Dome. 13 kms al 7,7% pero con los 4 finales en torno al 10%, para rematar una primera semana muy entretenida, que rompe con la tradición aburrida de la primera semana del Tour.

La segunda también rompe con esta identidad, pues en vez de albergar las etapas más duras y la gran montaña alberga muchas etapas de cierta dureza, pero todas por debajo de los 180 kms y sin excesiva dureza. Para empezar,  una etapa de media montaña y la llegada en alto en Grand Colombiere ( 17 kms al 7,1%) antes de otra jornada de montaña pero con puertos pequeños y mal enlazados, con dos primeras al final : La Ramaz (13 kms al 7%) y el mítico y muy duro Joux Plane (11 kms al8%). Esta antecede al último final en alto de la semana, con puertos duros pero cortos (Forclaz de Montmin y Croix Fry) antes del final en Saint Gervais, con la cota des Amerands (2 kms al 11%) y el final en Saint Gervais (7 kms al 7%.

Por último, la tercera semana vuelve a ser exigente pero sin una etapa decisiva clara. Empieza con la única contrarreloj de la prueba, de tan solo 22 kms y con la subida a la dura cota de Domancy (2 kms al 9%), y sigue con la etapa reina, la única jornada que se puede catalogar como alta montaña del recorrido, a pesar de sus 166 kms totales. Se sube Saisies, Roseland (19 kms al 6,6%) y Longefoy (8 kms al 7%) antes de la subida al Col de la Loze, pero intercambiando las dos vertientes y con un final original. Una subida larguísima (36 kms) dividida en dos partes, la primera con 12 kms a poco más del 6% de media y, tras un descanso de 6 kms, los 10 kms finales al 9% de media. Se corona a 2400 metros, y se baja durante 6 kms a Courchevel, donde se sitúa la meta.

Para concluir el tour quedaran cuatro jornadas, dos de ellas quebradas antes de la última de montaña, inspirada en la etapa final del Tour femenino de 2022,con tan solo 133 kms y el enlazado final de Petit Ballon (9 kms al 8,1%) y Platzerwasell (7,5 kms al 8%) a tan solo 8 kms del final de la etapa. Solo restará la etapa final en Paris para completar el recorrido.

Como hemos señalado, un recorrido que, aunque pretende recordar a épocas pasadas con la presencia de mitos olvidados (Puy de Dome) y de puertos clásicos (Tourmalet), en realidad supone una pérdida de la identidad, sin apenas contrarreloj individual y con muchas etapas con puertos de montaña, pero sin etapas con grandes encadenados ni distancia suficiente (salvo Courchevel).