Tras el descanso en Orleans, la segunda semana gira hacia el sur con una etapa de nuevo muy llana, la única sin cotas puntuables. Si las cuentas no me fallan, podría ser la quinta opción de llegada masiva en diez días.
Al menos al día siguiente vuelve la montaña con la llegada a Le Lioran. Es el mismo final que en 2016, donde ganó Van Avermaet y Contador empezó a ceder. La combinación Néronne-Puy Mary-Pertus esconde rampas muy duras; es un sitio ideal para agitar al pelotón buscando la debilidad de los oponentes.
Si os habíais hecho ilusiones, las dos próximas etapas nos devuelven a esas jornadas que todo el mundo relaciona con la siesta veraniega.
Tanto camino de Villeneuve-sur-Lot como de Pau, el desarrollo debería resultar previsible: escapada consentida que es neutralizada cerca de meta y consiguiente sprint. Espero equivocarme.
No es hasta el fin de semana cuando se llega a los Pirineos que volverá la acción. Primero con una llegada bastante clásica a Pla d’Adet tras Tourmalet y Hourquette d’Ancizan. Si queréis conocer más historia de esta subida, os recomiendo el reportaje sobre ella que le dedicamos en este número. Se evita en esta ocasión usar a su hermano mayor el Col du Portet, una opción quizás para darle más importancia al recorrido previo y a las siguientes jornadas.
Para salir de los Pirineos, otra llegada también con su mística: Plateau de Beille. La etapa tiene mucho desnivel acumulado pero también mucha separación entre los puertos y la meta está situada en el más exigente claramente, por lo que lo más normal es que todo se decida en sus rampas.