Estrenando maillot de Lampre en su tierra de forma oficial ya estuvo al borde de la victoria. Sin embargo, no lo pudo lograr. Algo similar le ha sucedido en esta reciente París-Niza, en la que no ha dejado de acumular situaciones favorables para un hombre de potencia como él y en las que se ha visto siempre rebasado por otros corredores.
Hasta seis segundos puestos acumula el campeón del mundo en apenas 19 días de competición que lleva en 2014. El luso no ha podido demostrar mejor forma, una buena señal de que comienza esta temporada con ganas. Pero se empieza a hablar de maleficio, una palabra que le puede perjudicar y conllevar obsesiones.
Son los riesgos de portar el maillot arco iris. El luso es el foco de todas las miradas, una presión añadida que le obliga en cada carrera en la que compite. Como tal se ha comportado, luchando no sólo las etapas, sino la general de allá donde ha competido en este arranque de año. Algo que agradecer.
Sin embargo, el fichaje por Lampre también puede ir rodeado de gafes. Ya le sucedería a Astarloa, que tras ganar el Mundial de 2003 firmó por los italianos, teniendo un 2004 casi anónimo en sus filas y aportando más bien poco al equipo. Alessandro Ballan ganaría bajo estos colores, pero no encontraría su año en 2009, ganando únicamente el Tour de Polonia, de categoría World Tour, eso sí.
No hay motivo para alarmarse aún. Restan seis meses de competición intensa donde se concentran todos sus objetivos principales, aunque el primero, la París-Niza, ya ha pasado sin éxito, aunque con buenas sensaciones. El final de la carrera sí supuso un sabor agridulce, con una durísima caída que le dañó la rodilla. Pudo acabar para finalizar en el podio y recibir su premio y gracias a que se produjo el accidente dentro de la recta final. En caso contrario podría haber perdido su plaza de honor y privilegio, un segundo en este caso, milagroso.
