El Plan: de París a Madrid en siete días. Unos 1500 km de nada… Contando con la ayuda de una persona que se desplazará en tren hasta las ciudades donde está previsto que acabe cada jornada para encargarse de la reserva de hotel y la cena; asimismo de contactar con los aficionados locales para que salgan a nuestro encuentro y nos ayuden a luchar contra el viento, o nos sirvan de asistencia en caso de avería mecánica.
Ahora montémonos en la máquina del tiempo y retrocedamos 120 años hasta 1893. Sí, habéis leído bien, no es una errata. En aquellos tiempos, las bicicletas acababan de nacer y eran todo terreno, no había tantas distinciones como ahora, entre otras cosas porque creo que todavía no se había inventado el asfalto, y tenían una sola velocidad a piñón fijo (sí, las fixies eran entonces más que una moda), y para frenar se usaba el denominado freno de “cuchara”.
Pues esta aventura es la que acometieron, con éxito, Edouard de Perrodil y Henri Farman. Francés el primero; periodista, poeta, ciclista y pionero de los récords velocipédicos. Lógicamente, batió todos los que se propuso, pero no sólo por tratarse del primero que los imaginó, sino por su habilidad para contarlo con la repercusión que merecía aquella máquina recién nacida que le fascinaba.
El segundo, inglés, y un fenómeno dándole a los pedales; ilustrador improvisado de ¡Vélo! Toro!, acabaría desviando su atención de las bicicletas a la mecánica. Llegó a destacar como
piloto de Renault antes de interesarse por la ingeniería aeronaútica. La historia le guardaba
un lugar dentro de los pioneros de la aviación.
Fundó la Société Générale des Transports Aériens, que en 1933 integraría Air France.
Cabe pensar que las aventuras y desventuras que vivieron, así como las dificultades a las que hubieron de enfrentarse, no fueron pocas ni pequeñas. Imaginaos la situación de aquella España nuestra tan atrasada vista a través de los ojos de dos habitantes de la que entonces era poco menos que la capital del mundo: París. Sin embargo, a pesar del viento, la lluvia, el calor, el insomnio, las malas carreteras, el hambre, el “al vino”y nuestra especial idiosincrasia, lo que predomina en la narración es el humor y el amor por el ciclismo.
Da igual la época, da igual el idioma, da igual la condición social. Esta pasión nuestra, que es el amor por la bicicleta, es universal. Sin duda uno de los mejores libros relacionados con ciclismo publicados este año. Hay que agradecérselo a la editorial Interfolio, porque han sacado a la luz un pequeño tesoro.
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