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CHAVALES EN AUTOBÚS

Andamos la afición que no damos abasto.

La decisión de la UCI de comprimir y solapar carreras a finales de temporada para salvar en lo posible esta temporada marcada por la dichosa pandemia, demanda de los aficionados unas piruetas y equilibrios casi circenses. Porque los aficionados no somos profesionales de esto; no vivimos de ver las carreras.

Se trata de sumar, a la conciliación laboral y familiar de cada uno de los aficionados y aficionadas, la conciliación con poder ver todas estas carreras que, excepcionalmente, es verdad, nos ha metido la UCI a presión. Sin ir más lejos, para el domingo 25 de octubre estaba prevista una contrarreloj final que puede decidir el Giro de Italia, la subida al Tourmalet en la Vuelta, y la París-Roubaix. Se trataba de conciliar todo eso con nuestras obligaciones familiares y laborales.

Y así lo estábamos haciendo, cada cual en la medida de nuestras posibilidades.

Y bien. Tras un comienzo de Giro de Italia más sorpresivo que brillante, la Corsa rosa entró en una dinámica un tanto aburrida. Sin embargo, el jueves, con el Stelvio, pudimos presenciar una magnífica etapa. Los protagonistas no eran, al menos hasta ahora, unos ciclistas de leyenda. Pero la dureza acumulada de la etapa, una dureza que se transmitía y se palpaba desde la pantalla hasta el espectador, hizo que los aficionados permaneciésemos atentos a esa pantalla.

Porque, y ya lo escribió Laurent Fignon en su magnífico libro “Eramos jóvenes e inconscientes”, el deporte del ciclismo no es un deporte de velocidad. El ciclismo es un deporte de fondo y de resistencia. Y eso es lo que al parecer ignoraron quienes plantearon y secundaron el plante del viernes pasado en el Giro camino de Asti. Una etapa de 250 kilómetros pasados intercalada entre dos etapas de montaña puede tener su función. Quizá no cambie el resultado final del Giro; pero lo puede cambiar. Se trata simplemente de acumular esfuerzos y esperar a ver qué sucede. Es el fundamento de un deporte de fondo como es el ciclismo. Y como tal, se debiera haber respetado la disputa íntegra de la etapa.

Hubo ciclistas que se plantearon la reducción del kilometraje. Aprovechando además la lluvia. Sin embargo, hubo escenas, cuando algunos ciclistas se montan en los autobuses, bastante indignas para nuestro deporte. Es verdad que esos ciclistas no dejan de ser unos chavales. Quizás para ellos no deje de ser una chiquillada. Y, por lo que demuestran, tendrán muchos conocimientos de fisiología, de entrenamientos, de watios, de alimentación….Pero no demostraron tener conocimientos de cultura ciclista, de la historia de este deporte, de que estaban corriendo la segunda carrera más importante del mundo, de que hechos como los de ayer les separan cada vez más de la afición… En suma: de que no saben valorar lo privilegiados que son.

Lo que es peor es que los responsables de esos chavales, sus directores deportivos, sus jefes, consintieron esa actitud. Se supone que estos últimos son personas más maduras. Que saben lo que ha sido este deporte. Que saben que se deben respetar unos compromisos contractuales: con los patrocinadores, con las ciudades de paso… Ellos más que nadie saben, sobre todo con la pandemia, las dificultades que existen para que este negocio camine hacia delante.

Pero hay todavía un compromiso más importante. No es un contrato mercantil. No tiene soporte físico en papel ni está firmado. Hablo del compromiso moral para con la afición. Con esa afición que lleva unas cuantas semanas haciendo equilibrios con el reloj para poder verles por la pantalla. Y para muchos aficionados veteranos, lo de ayer fue grave. Muy grave. Y con la perspectiva del tiempo, me temo que la gravedad de lo sucedido ayer irá en aumento. Ayer no existió ninguna razón, absolutamente ninguna salvo la de “porque yo lo valgo”. No había ninguna circunstancia excepcional que hiciese dudar acerca de si convenía o no disputar la etapa en su integridad. ¿Podría haber sido un muermo? Sí. Pero este deporte del ciclismo, el que es de fondo y de dureza acumulada, es así.

Más cosas. Como desconozco la reglamentación, no me voy a meter en camisa de once varas. No sé a estas horas si la organización del Giro de Italia pudo o no, basándose en la reglamentación de carrera, abortar o sancionar ese comportamiento de los ciclistas. O si, en aras de que la carrera llegue a Milán para cumplir los compromisos mercantiles, hizo de tripas corazón y consintió la revuelta. Lo desconozco. Sin embargo, el quitar los premios de la etapa es una medida absolutamente ridícula en relación al órdago planteado por esos chavales. Como desconozco el tema, ahí lo dejo.

Para finalizar. Hechos como el del Giro, y similares ocurridos en otras carreras y en otros años, demuestran la existencia de un sector dentro de ese colectivo ciclista, que se dedica a estas cosas. Sus nombres cada vez van siendo más conocidos

RAÚL ANSÓ ARROBARREN
@ranbarren