Uno de los múltiples incomparables paisajes de Galicia está en el interior de la misma, entre las riberas de los ríos Sil y Miño. La llamada Ribeira Sacra tiene un paisaje impresionante, pero no es el único motivo por el que recomendamos su visita. Las carreteras estrechas y reviradas, con rampas fuertes, y zonas exigentes tambien nos llaman. Y para después, un buen vino.
Nos situamos en la localidad de Chantada, cercana al río Miño, para iniciar nuestra ruta siguiendo el mismo río. Una carretera estrecha, bien pavimentada, pero llena de curvas y contracurvas, nos da la bienvenida. Estaremos rodeados de árboles durante este tramo inicial, y en alguna curva nos asomaremos al abismo que provoca el río. Un río anchísimo y que parece bajar en paz camino del Mar. Su magnitud nos sobrecogerá, porque a esta altura es un río anchísimo. Durante 30 kms rodaremos cerca de él, superando varios repechos y zonas de recuperación.
A partir del km 20 la cosa se complica. Comienza la primera de las ascensiones de la jornada. Girando bruscamente a la derecha, en dirección contraria al río, nos encontramos con el muro de A Placería, una subida no muy larga, pero con una media del 9,5%. Nos tocará sufrir, levantar piñones y sudar. Llegados a la cima, giraremos a la izquierda para bajar de vuelta al río. Nada más llegar a Os Peares, de nuevo subiremos. En esta ocasión, el alto de A Peroxa será largo y tendido. Un esfuerzo diferente para abandonar la ribera del Miño y llegar al cruce con la N-540. Seguiremos recto y retornaremos hacia Chantada por carreteras paralelas a esa carretera. El macizo de Peña Veidosa nos vigilará desde la izquierda, mientras pedaleamos por un terreno que no deja lugar al descanso. Constantes subidas y bajadas nos llevan a Barrela, donde nos incorporaremos a la N-540 durante 5 kms para llegar a Chantada, donde completaremos una salida de 80 kms donde, sin querer, sumaremos 1500 metros de desnivel.
