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Copa de España, los cimientos del futuro

Desde que en la primera mitad de los años 80 experimentase el mayor boom de su historia hasta que la crisis económica mundial de 2007 acabase llevándose por delante equipos, carreras y patrocinadores; el ciclismo español vivió casi tres décadas de lujo y desenfreno en las que proliferaron carreras a lo largo y ancho de todo el territorio nacional mientras multitud de firmas de todo tipo y dimensión se disputaban su parte de un cada vez más apetitoso pastel. Fueron los días de vino y rosas del ciclismo español, esos en los que el brillo y esplendor del momento no nos dejó ver más allá de lo que estaba sucediendo ante nuestros ojos. Una vieja historia.

Pero el 15 de septiembre de 2008 cayó Lehman Brothers y el mundo tal y como lo habíamos conocido empezó a desmoronarse. El ciclismo no fue ajeno a este colapso y en cuestión de un par de temporadas carreras y equipos empezaron a desaparecer. España fue, de los países tradicionalmente ciclistas, el más afectado. Muchas carreras desaparecieron y hasta gigantes como la Volta a Catalunya estuvieron en el filo de la navaja. La misma vieja historia de siempre: no se habían puesto los cimientos cuando había recursos y ahora todo el edificio se desmoronaba al primer golpe de viento.

En este 2018 que ahora arranca, sin embargo, el ciclismo español vuelve a dar síntomas de recuperación. A los consolidadísimos proyectos de Movistar y Caja Rural se unen Murias y Burgos BH en el circuito profesional continental. El regreso de la Vuelta a la Comunidad Valenciana de hace un par de años encuentra su eco en otro retorno, el de la Vuelta a Aragón. Burgos ascendió el año pasado a World Tour. Pequeñas señales de que las constantes vitales de nuestro deporte vuelven a estar activas. Sería pues un buen momento para plantearse que se hizo mal hasta 2007 y que se puede hacer bien a partir de ahora.

Hay un sinfín de ideas, a buen seguro mejores que la que desde esta plataforma queremos poner sobre la mesa pero estamos convencidos de que la creación de la Copa de España sería una excelente medida con la que dar una cohesión y un vigor al calendario nacional absolutamente imprescindibles para atraer a patrocinadores y con ello, crear la estructura necesaria para que el edificio aguante los envites que seguro han de venir.

A imagen y semejanza de la Copa de Francia, de Italia o de Bélgica, se trataría de reunir bajo el mismo paraguas a las principales clásicas del calendario nacional (Almería, Murcia, Rioja, Amorebieta, Getxo, Indurain…) con alicientes tan sugerentes como que el ganador de la Copa tuviese plaza asegurada en la selección que dispute el Mundial o que el ganador de la clasificación por equipos se lleve una de las codiciadas wildcards para participar en la Vuelta a España.

Se trataría de apuntalar con un “valor añadido” el desigual interés que estas carreras despiertan en aficionados, prensa y corredores; pues más allá del prestigio de que pueda gozar cada una de ellas, el hecho de tener todas el mismo valor en la lucha por tan suculentos objetivos obligaría a ciclistas y equipos a implicarse en todas y cada una de las pruebas incluidas. Y si bien es más que probable que las superestrellas de nuestro deporte pasasen de puntillas por ella, para la inmensa mayoría de nuestro ciclismo, la Copa de España acabaría convirtiéndose en uno de los objetivos principales de la temporada, algo que unido a otras medidas (apoyo televisivo, por ejemplo), debería convertirse en el caldo de cultivo imprescindible para atraer a los tan ansiados patrocinadores, el elemento fundamental sobre el que sustentar el gran circo del ciclismo patrio.

Como decía, a buen seguro que no sería suficiente pero ¿se puede pensar en un ciclismo profesional sólido sin una Copa de España? La respuesta es sencilla, no hay más que mirar al otro lado de los Pirineos.

SERGIO ESPADA

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