El tema estrella que ocupó el panorama ciclista español durante el primer lustro de la década de los noventa del siglo pasado fue el aplastante dominio de Miguel Induráin en el Tour de Francia. Pocas discusiones generó aquel reinado. La cuestión que sí suscitó enorme polémica por aquellos años fue el cambio de fechas, de abril a septiembre, en la celebración de la Vuelta a España. Para algunos aquello iba a suponer el inicio del fin de la ronda por etapas que entonces organizaba Unipublic, y se posicionaron abiertamente en contra de ese traslado. Otros vislumbraron ventajas. El alejamiento respecto al Giro de Italia, el evitar el solapamiento de fechas con algunas de las clásicas del mes de abril, la proximidad del Mundial, una climatología más favorable, la conversión de la Vuelta en lo que Echávarri denominó convocatoria de septiembre para quienes no hubiesen aprobado en julio…
Las “vueltas” que da la vida. Hoy en día la mayoría de los especialistas en rondas de tres semanas prefieren participar en la Vuelta que en el Giro de Italia. La corsa rosa no ha querido nunca renunciar a su épica y ha mantenido su dureza en sus trazados. Dureza que algunos juzgan incompatible con la proximidad del Tour de Francia. Esto ha favorecido a la Vuelta, que además, redujo desde hace unos años los kilometrajes y ha diseñado unos recorridos muy aptos para el consumo por el gran público, aunque éste no sea específicamente aficionado al ciclismo. Es más. Estos diseños están incluso “marcando tendencia”.
Definitivamente, la Vuelta a España goza hoy día de buena salud. Desgraciadamente, el conjunto del ciclismo español no goza de esa óptima salud. En los años noventa, los Artiach, Banesto, Euskadi, Kelme, Mx Onda, Once, Santa Clara, Vitalicio Seguros, Fuenlabrada… podían preparar su participación en varias carreras previas. Ya en julio disponían de Ordizia y Getxo que hoy día todavía se mantienen. La que ya no existe es la Zaragoza-Sabiñánigo. Y en agosto, al abrigo de la Klasika de Donosti podían hacer la Subida a Urkiola y posteriormente Llodio. Más efímeramente llegaron a programarse la Vuelta a los Puertos y el G.P. Luis Ocaña.
Pero es que además todavía se mantenían en el calendario tres rondas por etapas con cinco días de competición cada una: Vuelta a Burgos, Vuelta a Castilla-León y Volta a Comunidade Galega. De estas sólo la recién disputada carrera burgalesa subsiste en sus fechas originales (Castilla-León ha pasado a la primavera).
Por otra parte, estas competiciones van perdiendo su carácter preparatorio respecto a la Vuelta a España para los grandes favoritos. Los Froome, Valverde, Nibali, Quintana, Purito… no han disputado estas carreras. Se recuperan de los esfuerzos del Tour lejos de competiciones con algunas excepciones como Purito y Valverde en la Klasika. Lo que se lleva actualmente para quienes no han disputado la ronda gala son las larguísimas concentraciones subiendo puertos a casi dos mil metros de altitud.
Sin embargo, Caja Rural sí que ha aprovechado la ronda burgalesa como preparatoria de sus ciclistas, que también han competido en Vuelta a Portugal con ese objetivo. Por su parte los corredores de Movistar, obligados por la normativa del World Tour, se dispersan entre el Tour de Polonia y el Eneco Tour, aunque algunos de los que compondrán el equipo que partirá de Puerto Banús seguramente hayan corrido también en Burgos.
Entraríamos ya en el terreno de la especulación para reflexionar acerca de si no convendría a algunas de las rondas por etapas españolas que todavía permanecen en el calendario el modificar sus fechas para así acercarlas a la gran ronda nacional. Por ejemplo, la Vuelta a Asturias. Pero deberíamos tener en cuenta muchos factores. Uno de los principales, el hecho de que los grandes favoritos se mueven, por suerte o por desgracia, muy al margen de estos cambios. Y que mientras no asciendan de categoría, esas vueltas tienen muy difícil el que los grandes equipos del World Tour se fijen en ellas.