La estructura de Eusebio Unzue y José Miguel Echávarri históricamente ha seguido unos mismos patrones de formación de jóvenes valores. Algunos con éxito, otros absolutos fracasos. Indurain es el espejo y su modelo de educación ciclista ha sido el seguido por los más aventajados alumnos de esta escuela.
Dicho modelo consistió en lo progresivo de la implicación del líder, buscando que aprenda dónde debe poner los pies antes de realmente pisar fuerte. Una forma parecida siguió Pedro Delgado, con aparición paulatina en los grandes escenarios, aunque el segoviano se dio prisa en destacar y saltarse pasos.
Un caso similar al de Quintana, que es el último gran líder al que están educando en la calma y la prudencia, en la seguridad. Al colombiano le quieren hacer evitar el Tour, aún cuando ya ha explotado en la gran carrera y su estatus ya es de gran estrella del pelotón internacional, siendo considerado el mejor escalador del momento.
Indurain fue especial, si bien fue el cénit del modelo. Explotó a la edad justa y marcó el listón de la madurez para toda una generación posterior. De hecho, los 27 años de edad se ha considerado durante mucho tiempo como la ideal para que los corredores expresen su mejor versión.
Con Valverde también se intentó llevar el plan, el método. El murciano también se saltó algunos pasos, pero no hacia delante, sino en otras direcciones. Si bien en el Tour ha insistido, no ha conseguido romper, conseguir el resultado. El primer año que participó lo hizo por la puerta grande, pero después entre mala suerte y mal rendimiento no ha conseguido comprobar si su progresión era la de un hombre-Tour.
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Y Acompañando a Alejandro Valverde un montón de gladiadores y lo que es peor (peor para los otros) la muy temida, y con razón, fiera corrupia de la manigua.
“…Subo desde el sur
hacia la entraña América y total,
pura raíz de un grito
destinado a crecer y estallar”