Era el año 2012, más concretamente el mes de septiembre. Se estaba disputando una de las ediciones más mediáticas e interesantes de la Vuelta y Alberto Contador llegaba a su tierra, Madrid, con el jersey rojo de líder tras haber derrotado en Fuente De y tras una exhibición de raza y entrega a su poderoso rival, Joaquín Rodríguez. Una exigua renta que iba a jugar a su favor en la Bola del Mundo, un puerto abarrotado de aficionados, pletóricos con su paisano como líder ante la gesta de ganar una gran carrera justo tras regresar la sanción que le impuso la UCI.
El ciclista madrileño estaría enfermo, aunque no trascendiese públicamente para evitar envalentonar a sus rivales. Purito era el más fuerte y una de las etapas reinas de esa edición les esperaba. En la última ascensión fue cuando se desataron las hostilidades. Por delante, una escapada que restaba bonificaciones, con Porte y Menchov disputándose la etapa. La suerte sería para el ruso, compañero de Rodríguez en Katusha.
Pero cuando empezó el cemento y la carrera giraba a la derecha para encarar las paredes definitivas de este ya mítico puerto madrileño, el catalán arrancaba y dejaba de rueda a todos los favoritos. Contador seguía a Valverde, aunque no tardaría el murciano en dejarle atrás y marcharse en solitario. El líder estaba tocado y la Vuelta, aunque controlada, podía correr algún peligro.
La diferencia al principio crecía de forma preocupante, por lo que durante algunos instantes pareció que iba a haber que esperar a la línea de meta para conocer al ganador definitivo. La muchedumbre que seguía a través de pantallas gigantes el desenlace en el puerto de Navacerrada estuvo durante más de cinco minutos en absoluto silencio. La tensión era máxima y, aunque Joaquín es uno de los corredores más queridos, Contador jugaba en casa.
Tal era el silencio que se escuchaba lejano el griterío del paso de los corredores, el éxtasis del ciclismo, los ecos de una batalla que estaban presenciando en una pantalla. Cuando entró en meta el líder de Katusha y aspirante, aún cobró más tensión el ambiente. Fueron apenas 44″ los que tardó en asomar en la meta el maillot rojo. Todos ellos se vivieron allí en completo silencio, seguidos de una gran celebración una vez que el pinteño cruzó la línea y se convirtió en ganador virtual de la Vuelta.
Pocos momentos ha habido en el ciclismo donde tanta gente contuviera la respiración al mismo tiempo.
También te puede interesar:
BMC acaba con el culebrón Samuel Sánchez
Kevin Reza y el nuevo color del ciclismo
Encuesta: ¿Repetirá Froome año triunfal?
Últimos números publicados:
DLC Pro Magazine: nº15, nº14, nº13, nº12
Cyclo&City: nº1