Acabada la temporada, los balances nos muestran un amplio catálogo de valores al alza. Froome, Quintana, Nibali, Rodríguez… Otros a la baja. Otros han mantenido su nivel, un nivel medio que no le permite ganar titulares. Otros sencillamente han sostenido el ritmo del titular, de su mejor versión, en el caso de Cancellara su rutina arrolladora.
En sus objetivos, Flandes y Roubaix, ha triunfado como suele, con clase y determinación, sin importar los rivales que parasitarán su esfuerzo. Fue su forma de reivindicar su figura sobre la de Boonen. Bien es cierto que han coincidido poco, pero cuando lo han hecho ha sido estelar, único. La exhibición del suizo ha sido de nuevo de lo mejor que se ha visto a lo largo del año.
En la Vuelta llegó a ganar a su gran bestia negra, el alemán Tony Martin, mostrando unas piernas que de poco le sirvieron en el Mundial, su segundo objetivo. Ahí tiene sus dos lunares. Con Milán-San Remo y las Árdenas inaccesibles, pocos retos más le quedan por lograr.
Su dominio del llano se lo hemos visto a pocos corredores. Por su versatilidad, si bien no marcha en la alta montaña (tampoco lo ha intentado), recuerda al potencial de Indurain en el llano. Nadie ha sido tan superior al resto en este territorio sobre sus coetáneos. Incluso un mito como Boonen tuvo que sucumbir ante él. El navarro hizo sucumbir a varias generaciones, aunque era otro ciclismo. Ahora, en tiempos de igualdad absoluta, ‘Espartaco‘ es el rey.
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