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La dura decadencia del Giro de Italia

La historia de esta grandiosa carrera merece otro desenlace. Anunciada la inscripción provisional a la corsa rosa, destaca la presencia de dos de los ciclistas más destacados de la pasada temporada: Nairo Quintana, segundo clasificado en el último Tour de Francia y una de las sensaciones de la actualidad, y Joaquín Rodríguez, tercero en París y número uno del UCI-World Tour. Un espejismo, ya que tras ellos apenas se esconden viejas glorias y jóvenes en formación. 

El Giro se ha convertido de un tiempo a esta parte en un cobijo perfecto para escaladores asustados por el recorrido del Tour de Francia. Es el caso del catalán, que a sus casi 35 años prefiere luchar por ganar una grande a luchar por sobrevivir primero en el pavé y después en la desmedida contrarreloj final de la próxima edición de la carrera francesa. Caso similar es el del escalador colombiano, aunque en esta ocasión dirigido por su equipo, el Movistar, que prefiere optar por una solución prudente para su jefe de filas. Nairo ya ha declarado que si decisión suya fuese, hubiese elegido volver al Tour de Francia.

Los dos líderes naturales del Giro acuden prácticamente por descarte, a sabiendas de que doblan sus posibilidades en la Vuelta, con tiempo para recuperar entre medias. Con la creencia generalizada de que es imposible ser competitivo hoy día en la misma temporada en Giro y Tour, correr en Italia en mayo supone acudir a la Vuelta en septiembre, salvo casos muy concretos. Por tanto, la participación en el Giro en un alto porcentaje repetirá en la ronda española, con el añadido de las estrellas que decidan doblar, los que disputen el Mundial y los que no hayan tenido su mes en julio. Esa guerra el Giro la tiene perdida por la situación de este en el calendario -anterior al Tour-.

Se trata de una derrota reconocida desde la presentación del mes de octubre. Si algo hace -hacía- especial el mes de mayo eran los recorridos imposibles que planteaba la organización. Puertos de paso espectaculares, etapas mastodónticas, largas, que probaban la resistencia de todos los aspirantes a vestir de rosa. Trampas temidas por absolutamente todos, desde el corredor hasta el propio director. Límites que han provocado el cansancio progresivo de las estrellas internacionales, que, salvo románticas ocasiones, han esquivado hacer acto de presencia.

Y es este hecho el que realmente da el plus a una carrera. Sin ir más lejos, en la Volta a Catalunya no se vio un gran espectáculo deportivo. Sin embargo, primero y segundo se clasificaron Purito y Contador, con Quintana y Froome en la pomada. Ése será el recuerdo que quede, un buen sabor de boca en los titulares de la prensa más generalizada, que de ese modo sí da presencia. Si la victoria corresponde a un corredor más modesto, suerte habría de una simple mención en los medios.

Por ello esta edición opta por un recorrido más propio de la Vuelta que del Giro, buscando ese modelo que dé los titulares diarios de movimiento entre los favoritos, pero sin asustar a los líderes, ofreciendo pocas etapas de real montaña. El problema es que nadie ha picado el anzuelo, el recorrido sigue siendo durísimo y los puertos, aunque estén sin acompañar, siguen siendo muy duros. El desgaste sigue siendo alto para afrontar después el Tour con garantías. Y el Tour sigue siendo el epicentro de todo, cada vez con más fuerza. Tanta que hubo rumores de compra del propio Giro por parte de ASO.

En este panorama contamos en la salida de Belfast con algunos ingredientes muy interesantes. Porque lo grande del Giro es que pese a ser cada vez menos mediático se observa una buena competición ciclista. Es mayo, aún hay fuerzas, ganas y temporada por cumplir. De este modo veremos a un clásico, Cadel Evans, que durante sus mejores años evitó a toda costa correr el Giro, pese a que Lotto quería que así fuese. Sin opciones en el Tour, la única grande que se le ajusta es la ronda transalpina, en la que fuese tercero en 2013.

El segundo de la última edición, Rigoberto Urán, se ha visto penalizado de su fichaje por Omega. Él quería ser líder, sobre todo en el Tour, pero se ha encontrado con varios problemas. La salida sin un prólogo hace de Cavendish una de las mejores opciones para lucir el amarillo en los primeros días. Si añadimos que la salida es en su Inglaterra natal, no hay nada más mediático y propagandístico para el equipo. Con un equipo de garantías a su alrededor, Urán quedaba fuera de la ilusión de debutar en el Tour como jefe de filas.

Por otro lado, encontramos a los locales Daniel Martin y Nicolas Roche, que parten de Irlanda con la ilusión de hacer un buen papel. Ambos tienen capacidad para subirse al podio, pero tienen cosas que demostrar en el Giro, una carrera diferente al Tour o la Vuelta, donde sí les hemos visto rendir al máximo. Hesjedal, compañero del primero, acude por nostalgia sin un trazado que le permita alegrías. Basso y Scarponi añadirán el tinte de casa, pero a sabiendas de que sus mejores años quedaron atrás.

En cuanto a los jóvenes, hay que tener en cuenta a dos hombres que serán futuro de la primera línea del ciclismo. Por un lado, Peter Kennaugh, que aprovecha la renuncia de Richie Porte, al que nunca ha motivado en exceso ser líder en el Giro. El australiano no ha encontrado el mejor golpe de pedal habiendo estado previsto como jefe de filas, un premio a su trabajo, pero menor para sus aspiraciones, que no pasan por otra cosa que ser punta de lanza de un equipo en el Tour. Por ello cambiará de aires si no obtiene la capitanía el próximo mes de julio.

Otro al que hay que observar es Julián Arredondo. Una carrera netamente escaladora como esta le ofrece un escenario magnífico para que el colombiano, del que hablan maravillas, se exhiba. Al igual que Diego Ulissi, gran baza italiana y escondida tras la responsabilidad enésima de un Cunego del que ya no se espera que lidere. Debe ser buen año para Majka y también para Mikel Landa, que será en cierto sentido un agente libre.

En definitiva, serán tres semanas en las que no veremos el mejor cartel ni mucho menos de la temporada, pero sí podremos ver una interesante lucha por iniciar o confirmar una leyenda, un nombre entre la élite, de la que el ganador ya no saldrá hasta su retirada. Sólo por eso y por el bello espectáculo deportivo que suele ofrecer, el Giro merece otro desenlace.

L.S. 

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