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LA PARTICIPACIÓN ESPAÑOLA EN EL GIRO DE ITALIA

Italia no nos ofrecerá, en esta ocasión, sus floridos y verdes paisajes primaverales. Será una carrera de “hojas muertas”; coloridos sus bosques por el cambio de color y caída de la hoja, más amarillento y ocre en sus zonas de secano. Es lo que ha traído el coronavirus. Y viendo las últimas noticias, lo mejor que puede suceder es que el Giro arribe a Milán el próximo 25 de octubre. Es lo que deseamos.

La verdad es que la participación española en esta edición no nos hace presagiar grandes tardes de gloria para nuestro ciclismo. A pesar de ello, nos hemos decidido a rememorar parte de la extensísima historia del ciclismo español en la “corsa rosa”.

La participación española en la gran ronda transalpina no ha sido históricamente la mejor que nuestro ciclismo haya podido presentar. Nuestros vueltómanos con aspiraciones, ante la disyuntiva Giro-Tour, han dado preferencia a la ronda gala. Y eso se ha notado en el palmarés. Si bien es cierto que ha habido ciclistas que han renunciado incluso a nuestra Vuelta en favor del Giro con su consiguiente polémica: Fuente, Delgado, Induráin…

Ochenta y tres años hubieron de transcurrir hasta que llegase el primer triunfo absoluto de las piernas de Miguel Induráin en 1.992. 112 kilómetros cronometrados y un perfil altimétrico sin excesivas aristas permitieron un dominio absoluto del villavés. Bien es verdad que fue tal su superioridad que hubiese ganado de igual manera sin tanta cronometrada. Ya en 1.993 pasó más dificultades para conseguir el doblete, sobre todo en la etapa de Oropa ante Ugrumov. Las leyes de la física no respetaron a nuestro Miguel en puertos como Mortirolo y Valico de Santa Cristina en 1.994; el Giro iba adentrándose en altimetrías cada vez más empinadas. Y al mismo tiempo eclosionaban ciclistas como Berzin, éste fugazmente, y Marco Pantani. Esta última participación de Induráin se saldaba con un podio que sabía a poco tras sus dos triunfos anteriores.

Catorce años después Alberto Contador, casi de casualidad, tomó la salida del Giro 2.008. Se comentó en aquellos días que el pinteño estaba en una playa de vacaciones cuando le avisaron de que acudiese al punto de partida. Sin ganar una sola etapa, con una enorme regularidad y sin apenas rivales de entidad, Contador se adjudicó aquel Giro. Para el recuerdo la mítica contra-reloj al Plan de Corones con su “sterrato” y sus brutales porcentajes altimétricos. La brillantez que se echó en falta en 2.008 la desparramó a raudales en la edición de 2.011. Memorable victoria en el Etna en la octava etapa donde ya casi sentenció la carrera y nueva victoria en la cronometrada de Nevegal, acompañadas en todo momento de una sensación de dominio absoluto. La desquiciante parsimonia de la UCI en aplicar sanciones le restó ese Giro del palmarés de Alberto. Pero con la perspectiva de nueve años pasados eso quizás ya sea lo de menos. La edición de 2.015 vivió un nuevo triunfo del campeón de Pinto. En una carrera muy competida, destacables son las prestaciones de Alberto en la contrarreloj bajo la tempestad, la enorme remontada en la ascensión a Mortirolo tras sufrir un pinchazo… todo culminado en una memorable ascensión a Finestre, en donde el alavés de Astaná Mikel Landa puso en grave riesgo la victoria del madrileño. La revelación del Giro fue Landa, que accedió al podio final, y quien sabe si pudiese haber conseguido algo más caso de que la táctica del equipo hubiese sido otra, la carrera se hubiera disputado en otro país…

Durante la década de los sesenta y setenta del siglo pasado irrumpe en el Giro el equipo Kas. Que debe repartir sus efectivos entre Vuelta y Giro. Su presencia fue muy llamativa. Aunque indudablemente su mayor estandarte fue José Manuel Fuente, lo destacable en este caso fue la variedad de los ciclistas que adquirieron protagonismo. Se caracterizan por épicas escapadas en jornadas de montaña, ayudando a crear un tópico del ciclista español. Fuente destacó tanto por sus enormes triunfos como sus memorables pájaras. En 1.972 fue segundo en la general tras Merckx con el alavés Galdós tercero. Cuatro victorias consecutivas cosechó el Tarangu en el G.P. de la Montaña y cinco victorias de etapa en la edición del 74. En total vistió quince días de rosa. Majestuosas las imágenes de Paco Galdós en la etapa del Stelvio nevado en 1.975 intentando arrebatar la maglia rosa que previamente él había vestido durante diez días a Bertoglio. La longeva trayectoria, en varias escuadras, una de ellas la SCIC, del guipuzcoano Lasa, con tres victorias de etapa, todavía hoy es muy recordada en Italia. Habría que añadir a López Carril, Perurena, Menéndez, Gómez Del Moral, Gabika… y un póstumo recuerdo para la muerte en la primera etapa de 1.976, en Sicilia, del cántabro Santisteban.

En menor medida que Kas, también fueron reseñables las apariciones del equipo de Mínguez, el Zor, con sus variadas denominaciones. A pesar de unas descafeinadas altimetrías consiguieron aupar en 1.983 a cuatro ciclistas entre los once primeros; uno de ellos, Alberto Fernández, en el podio como tercero. “Galletas” además obtuvo dos victorias parciales en Colle San Fermo y Campitello Matese. El Zor se alzó con la clasificación por equipos.

Además de Induráin con sus soberbias contrarrelojes, otro corredor que luchó contra el tópico arquetípico del ciclista español fue el catalán Miguel Poblet: el “bebé de Moncada” o el “divino calvo”. Poblet nos obsequió con veinte victorias de etapa, veinte, en típicos sprints plagados de danceos, codazos y golpes de riñón finales. Desde 1.956 a 1.961 consiguió levantar los brazos sin excepción y el año que menos los levantó por lo menos consiguió un doblete. Ese último año por fin consiguió la maglia rosa que conservó casi una semana. Para no entrar en polémicas comparaciones, diremos que fue uno de los mejores sprinters de nuestro país. En el ciclismo de esa época las adscripciones de los ciclistas a los equipos no eran como las conocemos hoy. Pero Poblet siempre será vinculado al maillot y a la gorra de la “squadra” italiana Ignis. Como otros “sprinters” que han conseguido lucirse en el Giro deberíamos nombrar a Perurena, Edo, Ventoso… y poco más.

Un año antes de que Poblet inaugurase su ristra de triunfos, en 1.955 fue el alicantino Bernardo Ruiz, con el maillot de la Ignis también, quien inauguró el palmarés de victorias parciales españolas. Fue en un circuito de 207 kilómetros en los alrededores de Frascati. Y el primero en vestir la maglia rosa fue Salvador Botella tres años después.

Respecto a los podios finales conquistados por nuestros corredores, ha habido de todo. Unos, con la sensación de que bastante hicieron con clasificarse en esa privilegiada posición. Pero hubo hasta quienes perdieron la maglia rosa el penúltimo o incluso el último día. Ejemplo paradigmático de esto fue la derrota en la última etapa, cronometrada, de Purito Rodríguez ante Hesjedal en 2.012 por sólo 16 segundos. O el caso de Olano en 1.996, cuando se quedó en la cruel ascensión a Mortirolo, perdiendo incluso la segunda posición del podio final. Sin embargo, ni José Enrique Gutiérrez en 2.006 ni David Arroyo en 2.010, ambos segundos tras Ivan Basso, tuvieron apenas opciones reales de ganar la carrera. Lo mismo podríamos decir acerca de la doble presencia guipuzcoana en 2.001 en el podio tras Gilberto Simoni. Ni Olano segundo ni Unai Osa tercero transmitieron sensaciones de poder imponerse al italiano.

 

Continuando con la presencia española en los podios finales habría que nombrar a Carlos Sastre, cuarto en la general final de 2.009 pero ascendido a segundo tras dos descalificaciones. Uno de esos podios que nunca llegan a calar entre el público… ni entre los propios ciclistas. Sastre se hizo en aquel año con un doblete de dos finales en alto en los montes Petrano y Vesubio. Más olvidado queda el lejano tercer puesto en el podio de 1.961 del madrileño Antonio Suárez. Nuestro primer podio completado por una victoria de etapa en Milán. Para finalizar, el tercer puesto de un Alejandro Valverde en 2016, un puesto mejorable si Movistar se hubiese dedicado desde el principio a buscar algo más y hubiese creído más en las posibilidades del murciano.

Resultaría excesivamente extenso pretender incluir todos los logros del ciclismo español en un solo artículo. Pero como ya hemos escrito anteriormente, muchas de estas victorias han llegado aderezadas de grandes dosis de épica. Resulta difícil dejar de nombrar el póker de victorias de Angelino Soler, con triplete ya sólo en 1.962. O las otras cuatro de Julio Jiménez. Aparte de Miguel Mari Lasa, también Eduardo Chozas y Aitor González han conseguido tres etapas cada uno.

La reseña de victorias en el G.P. de la Montaña también resulta prolija. Iniciada por Bahamontes (entonces con un trofeo denominado Appennini, en 1956) y continuada por Angelino Soler y Aurelio González. Posteriormente llegó el reinado del Tarangu, con cuatro entorchados consecutivos… Le continuó Oliva con dos. Sorprendentes resultan las victorias de Fernández Oviés, Iñaki Gastón y José Luis Navarro. Y ya menos sorprendentes las de los Pedro Muñoz, Gárate, Landa y Mikel Nieve.

Imposible olvidar la regularidad del vizcaíno de Bérriz Marino Lejarreta. Siete ediciones disputó, siete ediciones concluyó… todas ellas entre los diez primeros. Ahí queda eso. Además, sus espectaculares victorias en la Selva di Val Garderna y Scanno. Las dos victorias de Cubino y Chechu Rubiera, o las de Nieve, Antón, Gárate, Belda, Muñoz, Heras, Pello Bilbao, Landa…Varias de ellas rodeadas de unas muy adversas condiciones meteorológicas. Victorias memorables que ya forman parte de nuestras vidas; de quienes tuvimos la suerte de vivirlas en su momento.

RAÚL ANSÓ ARROBARREN

@ranbarren