Laguna de los Peces

Texto y fotografía: Enrique Domínguez.

En los tiempos que corren, en el ciclismo profesional se han reducido tanto las distancias entre los líderes de equipo y los gregarios como entre los diferentes líderes. Así, cada día se necesitan puertos más duros, como el Angliru y el Zoncolan, para romper el pelotón y abrir diferencias. Y aún así, a veces, por el conformismo y el “puestometrismo”, ni estos puertos llegan a ser suficientes.

Estos puertos extremos, de rampas por encima del 20% nos han hecho olvidar el ciclismo de siempre, aquel que todo aficionado que se enganchó al deporte de los pedales antes de 1.995 no puede olvidar. Antes de que Perico y Miguelón nos engancharan a ver las clasificaciones, una de las razones para sentarse frente al televisor era, simplemente, “ver paisajes”. Y no era para menos. Puertos como Izoard, Mont Ventoux, Aubisque, Tre Cime, Stelvio… eran populares no por su dureza, si no por su encanto, por sus paisajes que quitan el hipo. En España, históricamente, los puertos no “eran” tan llamativos. Pero porque se ponían los que se ponían (Beret, Cerler, Navalmoral, Pajares…), únicamente Lagos y Arcalís tenían su punto escénico. Hoy presentamos un puerto español que si bien es muy asequible y carece de dificultad, en comparación con los colosos citados, es una auténtica perla que merece figurar en los recuerdos de todo cicloturista que se precie de serlo: la Laguna de los Peces.

Su encanto radica en el Lago de Sanabria. Es una ascensión larga y tendida, de más de 15 km a poco más de un 4%, en la cual la carretera se encarama a la montaña, ganando altura y panorámicas sobre el Lago. A poco de empezar se atisba la inmensidad de la balsa de agua entre las hojas, aunque la vegetación poco nos deja ver en la estación estival. A medida que se asciende, tras sortear algunas curvas y dejar atrás Vigo de Sanabria nos daremos “de bruces” con el lago, que recorreremos a lo largo desde lo alto en unos kilómetros que con tales vistas se nos harán cortos.

San Martín rompe la ascensión con su monasterio cargado de historia, y nos forzará a decidir entre acometer las rampas del pueblo o rodear para disfrutar de las vistas del Lago desde el Mirador de Neveira. A la salida de la localidad se encuentran los kilómetros más exigentes, a apenas un 6%, en los cuales la carretera se enrosca en la ladera, cambiando cada poco la perspectiva sobre el Lago, hasta que en una curva nos despediremos de él para aventurarnos en la montaña. Sin embargo, poco después volverá a aparecer, mucho más pequeño y lejano, “a vista de pájaro”. El contraste, comparado con el inicio, es brutal.

Una larga recta nos lleva a la primera de las dos herraduras sobre el cañón del Forcadura, para luego remontar de nuevo y saborear las últimas panorámicas completas del Lago, hundido ahora en el fondo del valle. Al final de la recta nos adentraremos de nuevo en la montaña. Un pequeño descanso nos dará aire para el arreón final, aunque aún tendremos la oportunidad de parar en la última herradura sobre el Forcadura, desde donde podremos apreciar la profundidad del cañón fluvial y la lejanía del Lago, cuyo extremo oriental se difumina a una inmensidad de distancia bajo nuestros pies. Además, si alzamos la vista y el día lo permite podremos abarcar con la vista media provincia de Zamora. De aquí a Peña Fincada, la curva final, queda un apretón que tendrá su recompensa con la llegada a la Laguna de los Peces, un broche de oro a la subida que nos recordará a otras lagunas con historia ciclista, como Covadonga o Neila.

ZA Peces (Neveira)

 

Ph: Enrique Domínguez

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