,

LLEGAR A PARÍS

Durante las primeras ediciones del Tour de Francia, allá por los albores del siglo pasado, el gran y máximo objetivo que los organizadores de Le Grand Bouclé perseguían era que el total de la caravana arribase de forma segura a París. No era poco. Porque el Tour tuvo sus detractores y opositores, que llegaron a considerar esta carrera ciclista como un “invento del diablo”. Conocidos son los casos en los que los “fans” de un ciclista atacaban los rivales de su ciclista preferido… En los lugares considerados previamente como posiblemente conflictivos, las metas se ubicaban en lugares secretos, con la sóla presencia de los jueces árbitros a la llegada de los ciclistas…

Y en estas estamos. Cien años más tarde, las causas no son las mismas. Pero el riesgo de que el Tour no arribe a París es tanto o más que en aquellos años. Cosa absolutamente impensable hace escasos meses. Ahora mismo, seguramente la organización firmaría por que la caravana llegase a París con todas las etapas  deportivas y compromisos mercantiles cumplidos. Y este también parece el objetivo de todos los actores implicados. Que la competencia deportiva resulte atractiva para el espectador, queda esta vez, quizás con mayores argumentos que nunca, en muy segundo plano. Puede que nos aburramos con algunos “trenecitos” atravesando Alpes y Pirineos. Pero éste no es tema fundamental en la salida de Niza.

En los  momentos más duros de la crisis sanitaria originada por el coronavirus, durante el pasado mes de abril, la gran mayoría de los estamentos que componen el ciclismo profesional aceptaron una recomposición del calendario internacional en el que pocas dudas había de que la carrera que mejor parada salía con respecto a la reubicación de fechas era la gran ronda gala. Hubo casi unanimidad. Pocas quejas se oyeron.

El Tour de Francia debía ser quien abanderase no ya la salvación, en lo posible, de esta temporada 2020, sino también la salvación de nuestro deporte para el futuro tal y como lo conocemos en la actualidad. Al Tour casi casi se le entregaba la responsabilidad de salvar el conjunto del ciclismo. A cambio, se quedaba con las fechas que en abril pasado se preveían como las más favorables para la disputa de cualquier carrera.

Personalidades de la influencia del manager de Deceuninck-Quickstep, Patrick Lefevere, en este sentido se manifestaron. Ni las pequeñas organizaciones que se han quedado sin fechas, ni los pequeños equipos que se han quedado con calendarios muy reducidos… Apenas nadie se ha opuesto a esta reubicación de fechas.

Y esas fechas ya están aquí. El Tour se inicia con más incógnitas que nunca. Con la nueva reglamentación de que la organización podrá expulsar a los equipos con dos ciclistas positivos por coronavirus en sus filas, aventurar un ganador es casi una lotería. Tampoco ayuda a esto los recientes sucesos durante la disputa del Critérium Dauphiné.

La antigua Dauphiné Liberé daba hasta unos cuantos años unas cuantas pistas de lo qué podríamos encontrarnos durante el Tour. Sin embargo, desde hace unos cuantos años, parece que el juego durante esa carrera consiste precisamente en despistar tanto a la afición como a los ciclistas rivales. Lo de este año, sin embargo, ha rizado el rizo con Bernal retirándose porque le dolía la espalda, con Primoz Roglic retirándose tras una caída, con Geraint Thomas, que no participa, entrando en el último grupo en una etapa montañosa… Uno no se atreve a extraer conclusiones que puedan resultar válidas en esta previsible rivalidad Jumbo- Visma contra Ineos- Grenadiers.

Para finalizar, me gustaría enviar un saludo a quienes esbozábamos una sonrisa, yo mismo incluído, cuando leíamos años pasados que, por ejemplo, Geraint Thomas y Chris Froome no se daban la mano sino que chocaban sus puños para saludarse. Y nos parecía excesivo y bla bla bla…

RAÚL ANSÓ ARROBARREN

@ranbarren