El país balcánico se instala en el ciclismo de la mano de un devorador de registros como Peter Sagan, pero en caso de que no termine de funcionar el astro del Cannondale, ya hay otro as guardado en la recámara: Matej Mohoric. Nacido en 1994, sólo 20 primaveras le contemplan, compartiendo ya formación World Tour con el ciclista con el que se le compara.
Cuando un grandioso corredor decide aparecer, todo lo anterior se transforma en pista entonces invisible que delataba que se trataba de un gran campeón. Nos pasó con Indurain, pero también con el más reciente Carlos Sastre. O con Purito. Mohoric fue segundo en dos etapas de montaña del pasado Tour de l’Avenir. Anecdótico, meritorio, pero silencioso e ignorado hasta que el 27 de septiembre se plantase en solitario en la meta del Mundial sub-23 celebrado en Florencia.
Se deduce buena capacidad escaladora. Pero también se le presupone ese alma de killer del que su compatriota parece haberse también provisto. Si confirma las cualidades que se le adivinan, podemos tener otro dominador para muchos años. Precisamente estas afirmaciones son las que acaban con esa trayectoria, pero a su vez son un filtro entre los campeones de pega y los verdaderos.
Ya ha realizado su debut oficial en la máxima categoría. Lo hizo en el Tour Down Under, primera prueba World Tour en la que se colocaba un dorsal. Sin resultados extraordinarios, sí ha conseguido finalizar, lo cual es el primer paso para adaptarse a una categoría con la que aún debe tener mucha paciencia.
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