NUEVAS CARRERAS Y DESAPARICIÓN DE VIEJAS

Hace ya treinta años, en 1.987, el calendario ciclista internacional comenzaba en febrero y marzo con diferentes pruebas ya  tristemente desaparecidas y que se disputaban la mayoría junto al Mar Mediterráneo. En España, el Camp de Morvedre, el Trofeo Luis Puig y la Setmana Catalana. En Italia, el Trofeo Laigueglia y la Nice-Alassio. Otra prueba también desaparecida, que se disputaba en Holanda, ya más lejos del Mediterráneo, el GP. Wielerrevue…

Pero la noticia ha saltado estos últimos meses y semanas en Francia. La confirmación de las desapariciones de otras dos carreras mediterráneas: El Tour del Mediterráneo y el Critérium Internacional de la Ruta. Carreras ambas que ya poco que tenían que ver con lo que fueron en sus momentos álgidos, pero que ahí seguían. Respecto a ese 1.987, el calendario francés internacional ha perdido también el GP Antibes, el GP Cannes, junto a la ya mencionada Nice- Alassio, que comenzaba en suelo galo.

Hace treinta años, la gran mayoría de carreras del calendario internacional que no se disputaban en los países tradicionalmente ciclistas, Colombia aparte, se corrían en USA. La American Cycling Classic en mayo, el Circuito de Filadelfia en junio, la Vuelta a Nueva York, las Miami Pro-Series, la Vuelta a Florida… Pero la que más destacaba por entonces era la famosa Coors-Classic, con nada menos que diecisiete días de competición en agosto. En Australia se disputaban diez días de competición en octubre encuadrados en el The Sun Tour y otros nueve en noviembre con el Griffin West. Colombia tenía un calendario internacional amplio. Pero a la nación cafetera la podemos considerar como tradicional en el mundo del ciclismo. Había una Vuelta a Irlanda, ya en otoño…

El calendario asiático tenía un solo día de competición internacional en todo el año: el 20 de Mayo, una carrera en Japón…

El calendario internacional de hoy día ha cambiado. No es ninguna novedad. Ni el propio Hein Verbruggen, el dirigente holandés que inició la globalización de nuestro deporte, seguramente habría imaginado que llegaríamos donde hemos llegado. Se disputan carreras internacionales en lugares hace treinta años insospechados. Tanto en la máxima categoría, el World Tour, como en la categoría .1. Hoy día se disputan muchísimas más carreras en el mundo que antaño. Es irrebatible que el ciclismo se ha expansionado. Es irrebatible que, en muchos más países que antaño, el ciclismo es un buen negocio. De hecho, si no fuesen negocio rentable, esas carreras no se disputarían y ni siquiera hubieran nacido. E incluso las nuevas carreras, cuando ya no son consideradas rentables por sus organizadores, dejan de disputarse. Respecto a este caso, bien reciente tenemos el ejemplo del Tour de Qatar, que nos da a entender una concepción absolutamente mercantilista de este deporte.

La proliferación de carreras por todo el mundo ha conllevado la aparición de innumerables equipos, la mayoría de los cuales nunca podrá pasar a tener la condición de continentales profesionales, ya no digamos World Tour, por la propia organización que realiza la UCI respecto al censo de esos equipos. Otro cambio muy significativo respecto a los 47 censados en ese 1.987, todos ellos en una única categoría: profesionales, sin mayores distinciones.

Más carreras, sí. Más equipos y más ciclistas, también. Pero…

No creo que a ningún aficionado al ciclismo no le guste que haya más carreras y más ciclistas. Pero cuando se entra a discutir cómo son esas nuevas carreras y en qué condiciones corren algunos de esos ciclistas, surge la polémica.

Al aficionado de a pié, a quienes seguimos este deporte desde hace tiempo, nos “fastidia” la imagen que transmite la UCI, al menos de cara hacia fuera, en esta mundialización del ciclismo. La imagen que se tiene es que la UCI emplea muchos más recursos en expandir el ciclismo fuera de Europa, pero no dispone suficientes medios para mantener carreras con solera, que se disputan en los países tradicionalmente ciclistas, y que por desgracia van desapareciendo. Como que la UCI estuviera olvidando sus raíces para embarcarse en proyectos más o menos megalómanos, pero que pueden ser pan para hoy y hambre para mañana, como la desaparición del Tour de Qatar ha demostrado. Quizás los países tradicionalmente ciclistas debamos olvidarnos de seguir mirándonos el ombligo y debamos tratar a los nuevos países ciclistas en condiciones de igualdad. Pero los ejemplos que vemos fuera, salvo carreras ya muy consolidadas como el Santos Tour Down Under, no motivan a que nos fiemos mucho de lo que vemos.

Echamos en falta un cierto proteccionismo hacia esas viejas carreras europeas que van desapareciendo. Como que la UCI debiera implicarse más en salvarlas, ayudarlas en la medida de posible, como devolviendo a esas carreras parte de lo que esas carreras han dado al ciclismo. Sin embargo, no es esa la actitud de la UCI, que parece regirse en este aspecto por leyes estrictamente mercantilistas.

Algunas de esas viejas carreras europeas han sobrevivido, y sobreviven hoy día, gracias a la labor de voluntarios. Personas que se cogen vacaciones, o en sus días de fiesta, se van a un cruce armados con unos banderines unas cuantas horas a regular el paso de los ciclistas, a poner unas cuantas vallas, a instalar alguna pancarta… Ilusionadas personas voluntarias a las que no se les puede pedir más, que han hecho mucho por el ciclismo, que incluso pagan su cuota en el club ciclista correspondiente… Eso es cultivar la afición, transmitir cultura ciclista. No parece que en países donde apenas hay afición, con cunetas vacías, el funcionamiento de esas carreras sea el que hemos descrito. Más parece que sean personas que reciban un dinero a cambio las que hagan esas labores. Y eso es pan para hoy y hambre para mañana. Porque eso no crea cultura ciclista. Porque una organización World Tour puede pagar a sus empleados. Pero si no hay personas que hagan esa labor voluntariamente en sus países como se hace en Europa, el ciclismo de base nunca va a existir. Si esas carreras que sí realizaban esa labor en la vieja Europa van desapareciendo, esa tradición de voluntariado, algunas veces transmitida de generación en generación, va a desaparecer también para el ciclismo de base.

E insisto. No somos en absoluto contrarios a la mundialización del ciclismo. Pero esa mundialización debe ser racional. Que cree poso ciclista en los países, que no sean oasis en los desiertos. Que esas carreras no se impongan exclusivamente a golpe de talonario sino que haya un sustrato ciclista real por debajo. Que esa nuevas carreras no perjudiquen indirectamente a pruebas decanas europeas hasta el término de llevarlas a su desaparición. ¿Qué aficionado europeo diría “no” al maravilloso Tour de Rwanda?

Otro tanto respecto a la proliferación de equipos ciclistas. Bien es cierto que a lo largo de la historia en Europa y en España hemos tenido auténticos bluffs en escuadras ciclistas que acabaron en los tribunales. No daremos nombres. Pero se trata de que esos nuevos equipos que se crean a lo largo de todo el mundo respeten al ciclista. La división de los equipos y los ciclistas en tres categorías ha tenido sus consecuencias negativas. Los corredores, los de las tres categorías, deben recibir salarios dignos. Deben ser acogidos en la seguridad social o algo similar según la legislación de cada país. Porque si son mayoría los ciclistas que no tienen condiciones de trabajo dignas, los equipos van a tender a tirar más hacia abajo esas condiciones con el consiguiente perjuicio para los grandes protagonistas.

Mundialización del ciclismo, sí. Mantenimiento de su tradición y del status de sus ciclistas, también.

@ranbarren

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *