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Roger Walkowiak: La rebelión del modesto

El que hasta hoy era el vencedor del Tour de Francia vivo más longevo nos ha dejado a los 89 años de edad. Su historia no tiene apenas paralelismos con la de los flamantes Louison Bobet o Jacques Anquetil, ídolos franceses coetáneos, estrellas que trascendieron en el país galo más allá del propio ciclismo. Roger Walkowiak fue el vástago de unos inmigrantes polacos afincados en Montluçon, en plena Auvernia, zona céntrica y volcánica dentro del hexágono francés. En 1956, los modestos, aquellos desheredados de la carretera, aquellos que vieron pasar la gloria pero apenas la rozaron, tuvieron en aquel hombre una esperanza para continuar peleando encima de una bicicleta. Walkowiak, al que no le sobraba la clase pero si la fuerza, hizo suyo un Tour de Francia a base de lucha diaria, de mucho aguante, y de cargar con una losa eterna sobre las formas en que consiguió aquella victoria, una escapada, permitida según se dice, camino de Angers de esas que se denominan escapada-bidón, en la que ni siquiera resultó vencedor de etapa, ni ese día ni ningún otro en ese Tour, pero si gozaba de ventaja en la general con respecto a sus compañeros de fuga, lo que iba a propiciar que se vistiera de amarillo.

Walkowiak no formaba parte del prestigioso primer equipo galo de Bauvin o Garrigade, en  aquel Tour militaba en las filas de un combinado Nordeste-Centro, algo así como una selección regional. Con la llegada de los pirineos perdió el maillot jaune, mientras que en los Alpes, en la célebre etapa de Grenoble vencida por Charly Gaul, acabando en una meritoria quinta posición, lo iba a recuperar y mantener hasta el Parque de los Príncipes parisino. Precisamente la lucha entre Gaul, Bahamontes y el belga Stan Ockers por el Gran Premio de la Montaña fue un punto a favor de Walko para cimentar su magnífico triunfo, también una caída de Buavin en los Pirineos tuvo su parte de culpa, además del miedo y el reservismo de los grandes nombres de la carrera.

Pero es injusto recordar a Walkowiak y a su victoria en el Tour de 1956 por los errores o deméritos de sus contrincantes. El ciclista jugó sus cartas y fue capaz de resistir y vencer ante corredores con mucho más talento, tanto en la montaña como en el llano, y contra equipos mucho más preparados en caso de necesidad o de percance en un momento dado que el suyo. El diario L’Equipe aseguraba en su portada que Roger Walkowiak tomaba el poder, pero no fueron pocos los palos que le dieron en los medios y en la afición francesa, con excepciones como la del patrón Jacques Goddet, tanto durante aquel Tour como tiempo después, esgrimiendo como acusación que el pobre Roger había deshonrado al Tour resistiéndose a perderlo. Parecía mas importante el fracaso de los belgas o del equipo titular francés que el propio triunfo del corredor de Montluçon mientras que durante muchos años se ha hablado de una victoria a lo “Walkowiak” cuando se producía mediante una escapada supuestamente consentida por el pelotón de los favoritos. Una victoria de la que el propio Walkowiak renegó con el paso de los años hasta el punto de no querer ni oír hablar de ella durante décadas. “Ojalá nunca hubiese ganado ese Tour” afirmó en una entrevista concedida ya a finales de los ’90. Sea de una forma de otra sirvan estas líneas para homenajear la figura de un modesto, de esos que nunca salen en las listas de favoritos, que a base de mucho esfuerzo tuvo su momento de gloria, uno de esos momentos que bien valen una carrera deportiva.

Alberto Díaz Caballero

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