En ciclismo ya está todo inventado. Un gran héroe proviene de un país y absolutamente toda la masa social aparece para jalearle, haciendo suyas sus victorias. Afirmaba el director general de la Vuelta, Javier Guillén, que nuestro ciclismo necesita un nuevo Marc Márquez.
Un campeón joven y que rompa los esquemas. Nadal, Gasol, Alonso… y Contador han sido ejemplo de este movimiento. Audiencias millonarias para ver ganar al ídolo absoluto del país.
Es justo lo que hace falta en ciclismo. Ese poder mediático lo han tenido durante años los corredores españoles. Una generación que ha dominado y sometido a las demás, que ha acostumbrado a los aficionados demasiado bien (o mal, según se mire).
Y no es necesario que gane, sino que ese ciclista enganche, ya sea por sus declaraciones, por su forma de correr o por su carisma. Alguien que sea un motivo para sentarse delante de una pantalla o abrir un periódico. Y que dure, que dé tiempo a encontrar la fórmula de regenerar un deporte en las horas más bajas que se recuerdan.
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