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El Pelotón Paralelo: ¿Cómo habría sido la Copa del Mundo en la actualidad?

El pasado fin de semana se disputaron Il Lombardia y la París-Tours, las dos últimas grandes carreras del calendario internacional, algo así como el cierre “oficioso” del año ciclista, pues las charlotadas de la UCI colocando carreras aquí y acullá hasta finales de mes a pocos interesan, especialmente a los propios ciclistas, que ya andan más pendientes de sus vacaciones y de la temporada que viene que de ganarse unos míseros puntos (o alguna lesión grave) en alguno de los extraños inventos de estos extraviados mandamases del ciclismo.

La disputa de estas dos clásicas, además de suponer el broche final de la temporada, viene, desde hace tiempo, acompañadas del aroma añejo de la nostalgia, el recuerdo de un tiempo ya extinto en el que estas carreras eran aún más grandes que ellas mismas, que ya es, pues formaban parte un todo que se extendía durante siete meses, desde mediados de marzo hasta mediados de octubre, desde la disputa de la Milán-San Remo, La Primavera; hasta el Giro de Lombardia, la clásica de las hojas muertas. Hablamos, naturalmente, de la extinta Copa del Mundo, la competición que la UCI puso en marcha en 1989 y que se disputó por última vez en 2004 y cuyo regreso ha sido una constante en las reivindicaciones del los aficionados más ortodoxos.

Pues bien, en DLC nos hemos puesto manos a la obra y hemos decidido imaginarnos como habría sido una Copa del Mundo en este 2017 que ya se apaga si la UCI no hubiese decidido eliminarla del calendario. Para ello hemos tomado las 9 carreras que aún se disputan de las 10 que componían la Copa del Mundo en 2004 (por desgracia, el GP de Zürich ya no existe) y hemos repartido los puntos exactamente de la misma manera que se hacía entonces. El resultado no deja de ser curioso. O quizá no tanto.

Cosa de dos desde el inicio

La Copa del Mundo 2017 habría arrancado el 18 de marzo con la disputa de la Milán-San Remo. La victoria de Kwiatkowski sobre Sagan y Alaphilippe, tres de los grandes candidatos a la clasificación final, le proporcionaba el liderato provisional- Liderato que dos semanas más tarde iba a tener que compartir con Gilbert, vencedor del Tour de Flandes y otro de los candidatos a la maglia arcobaleno con la que se distinguía al líder de la Copa del Mundo en el pasado. Por detrás de ambos corredores se situaban Kristoff, con 76 puntos y Van Avermaet, con 75 puntos.

El belga, precisamente, iba a convertirse una semana más tarde en el nuevo líder de la Copa del Mundo merced a su victoria en la París-Roubaix y a las ausencias de Gilbert y Kwiatkowski más el abandono de Kristoff. Con 175 puntos, se disparaba en la general. Eso sí, le iba a durar justo una semana, lo que iba a tardar su compatriota de Quick Step en cosechar su segundo triunfo del año en una clásica. La victoria de Gilbert en la Amstel Gold Race, cuarta prueba de la Copa del Mundo, le situaba con 200 puntos al frente de la general. Van Avermaet, que “sólo” podía ser 12º (14 puntos), bajaba a la segunda posición, con 189, mientras que el segundo puesto de Kwiatkowski en la clásica cervecera le volvía a meter en la pugna por la maglia arcobaleno, con 170 puntos.

La primera parte de la Copa del Mundo tocaba a su fin el cuarto domingo de abril con la disputa de la Lieja-Bastogne-Lieja. La Doyenne iba a servir para coronar a Valverde como uno de los más grandes clasicómanos de la historia de las Ardenas con su cuarto triunfo en Ans (unos días antes se había hecho con su 5ª Flecha Valona) y de paso para meterle en la lucha por una competición que se le ajusta como un guante. Eso sí, un poco lejos aún del nuevo líder, el polaco Kwiatkowski, que recuperaba la cabeza de la clasificación merced a su tercer puesto (220 puntos). Van Avermaet, 11º esta vez, se colocaba segundo (204 puntos) y se confirmaba como el más regular de todos pues había puntuado en las cinco clásicas primaverales. Por su parte Gilbert bajaba a la tercera plaza (200 puntos).

Tras la reanudación, la sentencia

Tuvieron que pasar casi tres meses para encontrarnos con la reanudación de la Copa del Mundo. A finales de julio se disputaba la Clásica de San Sebastián, la única prueba disputada en España. Allí, la victoria de Kwiatkowski suponía la sentencia casi definitiva de la clasificación final. El polaco, con 320 puntos, se distanciaba en casi 100 de su máximo rival, Greg Van Avermaet, que nuevamente volvía a puntuar, acabando 8º en el bulevar donostiarra y elevando su cuenta hasta los 228 puntos. Para entonces la cosa era cuestión de dos corredores pues con Valverde alejado de la competición para el resto de la temporada luego de su caída en el Tour y con Gilbert desaparecido, al resto les resultaba virtualmente imposible conseguir los puntos necesarios para entrar en la disputa. Faltaban 3 pruebas (Cyclassics Hamburg, Lombardía y París-Tours, pero estando estas dos colocadas el mismo fin de semana resultaba complicado, por no decir imposible, pensar que alguien pudiera doblar y más con éxito, en ambas pruebas).

Pero no hizo falta esperar tanto. La disputa de la clásica alemana el 20 de agosto dejaba la Copa del Mundo vista para sentencia. Sin puntos por primera vez en todo el calendario para Van Avermaet (32º), Kwiatkowski se convertía en el virtual vencedor, pues para arrebatársela, el campeón olímpico tendría que haberse impuesto bien en Lombardia, bien en Tours y que el polaco no hubiese pasado del 18º puesto en alguna de las dos. Algo que, como es bien sabido, no llegó a suceder. Van Avermaet no puntuó en ninguna de las clásicas otoñales y Kwiatkowski se convertía en el vencedor de la Copa del Mundo. Pero ¿qué habría pasado de haber incluido otras pruebas en el calendario en sustitución del desaparecido GP de Zürich?

Van Avermaet, Rey de las piedras

Pues que sólo en el supuesto de que la prueba elegida hubiese sido o bien el E3 Harelbeke, o bien Gante-Wevelgem; el resultado habría variado. En ambas el vencedor final fue el belga Greg Van Avermaet, que completaba una temporada de adoquines absolutamente mágica. Con cualquiera de ellas, el campeón olímpico se habría plantado en los 328 puntos, 8 por delante de Kwiatkowski, que no tomó la salida en ninguna de ellas.

No habría cambiado, sin embargo, el hecho de incluir la Flecha Valona, la tercera de las clásicas de las Ardenas. La victoria de Valverde habría colocado al murciano con 200 puntos, empatado con Gilbert, pero muy lejos de Kwiatkowski, que con su 7º puesto en el muro de Huy habría disparado su cuenta final hasta los 348 puntos. Por no hablar de Strade Bianche, donde Kwiatkowski consiguió la victoria final precisamente por delante de Van Avermaet, en lo que podría haber sido el anticipo de un fantástico duelo a lo largo de los siguientes siete meses.

¡Qué vuelva la Copa del Mundo!

Y es que si este duelo imaginario por la maglia arcobaleno ha resultado emocionante aún sin haber existido tal disputa, qué no habría sucedido si al polaco y al belga se le hubiesen unido los Gilbert, Kristoff, Sagan, Valverde, Alaphilippe, Degenkolb, etc. en una dura pugna durante siete apasionantes meses con todas estas clásicas como territorio para las más feroces batallas.

Quizás así, y sólo así, volvamos a ver a alguno de los grandes intentando el asalto a los 5 Monumentos. Porque ¿no hubiese sido grandioso ver a Sagan intentar puntuar en Lieja o Lombardía? ¿Y ver a Valverde hacer lo propio en Flandes o Roubaix? ¿Acaso hay alguien que no piense que el ciclismo ganaría mucho en espectáculo y en interés de darse estos supuestos? Y lo que es más importante ¿se puede permitir el ciclismo renunciar a ello?

Sinceramente, cuesta mucho justificar que el ciclismo actual no necesita una Copa del Mundo.

SERGIO ESPADA

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