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POGACAR, EL OASIS EN EL DESIERTO

El apoteosis de la penúltima etapa de la recién acabada edición del Tour de Francia 2020 no debe hacernos olvidar el desierto por el cual ha transitado la ronda gala.

El sorprendente triunfo final de Tadej Pogacar resultó merecido. Mientras el equipo Jumbo-Visma parecía dominar la carrera, su líder Primoz Roglic careció de pegada suficiente para derrotar definitivamente al que resultó ser su verdugo. O bien, también, minusvaloró las posibilidades en contrarreloj de un rival que ya le había derrotado en el nacional esloveno. O quizás, también, confió demasiado en las suyas, y lo cierto es que llegó exhausto a ese test final, el único cronometrado. Como el propio resultado del parcial demostró. Lo cierto es que, la superioridad teórica de Jumbo Visma resultó estéril a efectos prácticos, con demostraciones de cara a la galería que el tiempo demostró como estúpidas.

Pogacar se ganó el cariño de la afición, por su ambición y sus ataques. Tuvo la entereza suficiente para recuperarse de sus desgracias en forma de averías en unas de las pocas etapas llanas en las que hubo pelea, sobre todo gracias a la presencia del viento. Y fue de los que más ofreció en las etapas pirenaicas.

No podemos olvidar reseñar algunas consideraciones históricas. Como por ejemplo, que Pogacar es el primer ciclista esloveno en ganar un Tour de Francia. Derrotando, curiosamente, a otro natural de Eslovenia, un país no incluído en los tradicionalmente ciclistas. Reseñar, cómo no, que Pogacar es uno de los ciclistas más jóvenes en ganar un Tour de Francia. Pero sobre todo conviene no olvidar que este Tour 2020 supone el final de la hegemonía de la escuadra inglesa de Dave Brailsford, en sus diferentes denominaciones (Sky, Ineos). Con retirada de su jefe de filas incluída, y con una alineación inicial que el tiempo ha demostrado como no suficientemente acertada.

Pero este festival final no debe hacernos olvidar en qué términos ha transcurrido el conjunto del Tour de Francia. Lo peor, incluso, es que este trepidante final justifica y legitima el formato actual de la ronda gala de cara a sucesivas ediciones: que apenas ocurra nada durante tres semanas, y que todo quede pendiente de la penúltima jornada, con unas diferencias entre los ciclistas que den pie a todo tipo de resoluciones posibles. Supone ASO que así se va a mantener el interés hasta el final. Pero el aburrimiento se apodera de la fiel afición que se intenta tragar todas las etapas hasta llegar a ese espectacular final. Y el riesgo de que haya parte de la afición que se descuelgue es real. ASO deberá hacer cuentas y ver si le resulta rentable este negocio así montado. Saber, en resumidas cuentas, qué tipo de audiencia busca para su producto.

Paralelamente al Tour de Francia en carretera, discurrió el Tour de Francia de las redes sociales. Si bien es verdad que hubo debates realmente ridículos, como si un cicloturista bien entrenado podía aguantar el ritmo de los profesionales, hubo otros aspectos dignos de consideración. El colectivo ciclista respondió en su mayoría con actitudes corporativas, defendiendo algunos comportamientos que gran parte de la afición consideró como indefendibles. Se ha asistido a cierto distanciamiento de los ciclistas respecto a estos aficionados más entendidos. El hecho de que en la etapa de Mont Aigoual, el ciclista escapado vencedor emplease menos tiempo en su escalada que el propio pelotón de favoritos, demostró a ciencia cierta que esa falta de combatividad de la que se acusaba a los ciclistas tenía bases reales.

En cuanto a lo positivo, conviene valorar que, con la situación sanitaria mundial, el Tour haya llegado a París, y el negocio que supone el Tour de Francia haya podido cumplir con sus compromisos comerciales, con las instituciones departamentales y locales… incluso con los aficionados. Este simple hecho asegura la continuidad de buena parte de los actores de este deporte para años sucesivos. No es lo de menos.

RAÚL ANSÓ ARROBARREN
@ranbarren