El ciclista del Katusha ruso se eleva como nuevo número uno mundial. Nuevo y viejo, ya que repite en el trono del World Tour, ese invento que agrupa a las mejores careras y a las mejores plantillas. Digamos que es una confirmación de que es el mejor entre los mejores, pero más que otra cosa, el que más y mejor disputa. Ahí está su gran mérito.
Esta temporada parecía empezar del revés para él, al igual que 2012, donde las lesiones ponían a prueba su paciencia. Su veteranía le hizo saber que todo volvería a su ser. Y así fue. Pronto comenzó a ganar (Tour de Omán) y desde ahí ha sido el de siempre.
En Dauphiné flaqueó más de lo deseable y llegó al Tour algo corto de forma, visto lo visto. En los Pirineos pensaba en cambiar de estrategia, pero su condición de fondista fue suficiente para auparle al tercer peldaño en París. En la Vuelta sufrió la crono de Tarazona, donde estuvo bien, y en el Angliru, justo donde se repartían los boletos para el podio y la victoria final.
El Mundial llegó, pero el premio a su valentía tuvo lugar en Lombardía. Ganador incuestionable, enterró así el mal sabor que le dejó Florencia. Ahora es número uno y su dominio increible. Nunca ha habido otro igual. Nunca lo habrá.
Más noticias:
El futuro es el fuego, Darwin Atapuma
¿Caja Rural en el Giro de Italia?
Daniel Martin correrá el Giro en 2014
Samuel Sánchez y la gran victoria
Kreuziger y el trono del Tour de Francia
Bouhanni, el rey de la segunda fila
El nuevo poderío en el llano de Movistar
El renacimiento de Sylvain Chavanel
Tour de Francia 2014: vuelve el pavé
Benjamín Noval abandona el ciclismo