Los corredores procedentes de los Países Bajos sufren una presión asfixiante que sólo se marcha una vez que otra gran promesa reflota y recae todo el peso en él. Ahora que nadie cree en él y que Mollema se ha echado a la espalda la responsabilidad, se abre para Robert un abanico de posibilidades inmenso.
Sin correr el Giro, podrá volver a su talismán, el Tour de California. En la carrera norteamericana gana hasta por inercia aún en sus momentos más deprimidos. Un bálsamo que seguro le daría moral y confianza, aunque por otro lado le conviene llegar al eterno Tour sin haber levantado expectativas y con muy poca gente creyendo en sus opciones. Sólo así puede dejar de exigirse con tanta fuerza.
Tal vez sea ese el papel para el que el ciclismo le haya preparado. Con calma, con cabeza buscar los días más propicios para el lucimiento verdadero, dejando de lado los oscuros top-ten que nada aportan en el ciclismo de hoy. Es así como podría establecerse en una clase muy valorada. Que le pregunten, sino, a gente como Voeckler, que da sentido a toda una escuadra como Europcar, o Tony Martin, que ha hecho de la crono su seguro de vida.
Robert es mucho más completo de lo que cree, pero precisamente esa característica es la que le lastra, como a muchos otros que no han terminado de encontrar su sitio por este motivo.
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