Y con él el gran espectáculo del Tour, que estaba predispuesto para un gran duelo entre el español y el nuevo maillot amarillo, un Vincenzo Nibali que en este escenario parece inalcanzable. Por lo tanto, salvo accidente, algo que visto lo visto no se puede asegurar, parece que la emoción por el primer puesto se ha terminado y el resto comenzará a pelear por el premio menor del podio.
Tras la caída de Froome el duelo a tres bandas que se había planteado de salida pasó a ser únicamente de dos, como se pudo comprobar en la primera llegada en alto de la carrera, en Gerardmer. Con mucho tiempo por recuperar, ésta era una etapa idónea para que Alberto comenzase a lanzar los primeros ataques serios para acercarse a los tiempos del italiano, que tomó gran ventaja en el pavé.
Sin embargo, a más de 80 kilómetros para la línea de meta se bajaba de la bicicleta, tras haber intentado durante diez no abandonar el sueño para el que se había estado preparando desde que le llovieron las críticas al finalizar la edición anterior. Un palo psicológico que tendrá que asumir y al que se añade la posibilidad de que pierda lo que le queda de temporada. La fractura de tibia parece que requerirá operación y los plazos complican su presencia en la Vuelta. Sólo un milagro daría con el pinteño en la salida de Jerez de la Frontera.
Mientras tanto la carrera continuó, con una mezcla de heroicidad, supervivencia y buenos ciclistas planteando batalla desde lejos. Pero sin mordiente para ni siquiera aguantar la rueda de Nibali, que al primer ataque ya se quedó sin oposición. Echaremos muy en falta a Contador.
Todo sucedió un 14 de julio, once años después del accidente de Joseba Beloki. En plena lucha con Armstrong una curva fundida en brea derritió su tubular y le lanzó violentamente contra el asfalto. El resultado, el conocido: fémur y codo, entre otros, rotos y a casa. El sueño había terminado. Al igual que el de Contador.
L.S.
Abandono de Alberto Contador
