El velocista noruego ha coleccionado victorias de todos los colores, pero nunca ha podido cosechar una para la que reúne todas las condiciones: la París-Roubaix. Tras quince años en el máximo nivel, las clásicas han ocupado lugar entre sus objetivos, aunque subordinadas siempre a su potencia en el sprint. El Mundial ha sido la mejor clásica que ha podido conseguir, una muestra de su pericia como velocista, palabra que se queda corta para definir sus cualidades.
En su época de sprinter tuvo días de grandes loores como la consecución del maillot verde del Tour y su proclamación temporada como el mejor corredor para las rectas finales. La aparición de otros jóvenes que superaron su prestación le obligaron a buscar otros tipos de estrategia. Sprints reducidos, puertos cerca de meta, rampas al final de las etapas… Ahí fue implacable cuando realmente seleccionaba un objetivo, que lo hizo.
Ha sido muy buen rodador, llegando a cotas buenas como contrarrelojista, sobre todo en prólogos de corta duración. Roubaix durante algún tiempo estuvo en su punto de mira, pero nunca con tanta firmeza como hubiese sido necesaria. Pese a todo fue segundo tras el cohete Cancellara, lo que en cierto modo es una victoria a cierto nivel.
Los últimos años ha bajado el pistón debido a lesiones y también probablemente a su edad y a una cierta comodidad con su estatus. A poco que ha tenido buenas sensaciones y algo de continuidad, ha podido ganar con facilidad. Sólo en 2012 no ganó una carrera. Incluso en los momentos peores ha levantado los brazos en signo de primer puesto. ¿Lo conseguirá en el velódromo de Roubaix? Aún le queda tiempo.
Ph: BMC
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