Que el ciclista de Puerto de las Lumbreras es uno de los mejores ciclistas de la última década y definitivamente de la historia del ciclismo español no ofrece ninguna duda. Sus prestaciones en esfuerzos cortos marcaron la diferencia en la primera mitad de su carrera. Llegada su madurez, Alejandro aprovecha más su experiencia y regularidad que sus cualidades explosivas. Muchos años huyendo del terreno donde verdaderamente es un virtuoso para sufrir lo indecible por una carrera que le da la espalda constantemente. ¿Por qué?
Es uno de los corredores mejor pagados del pelotón, también uno de los mejor considerados y un peso pesado por jerarquía y trayectoria. Consiguió su primer podio en la Vuelta en el año 2003. Once años después está disputando un lugar en el de París, en todo un Tour de Francia, tarea que no será para nada sencilla.
Precisamente ese estatus es el que le ha atado al Tour, a esa carrera que todo lo da y lo quita, que obliga y atrae a pesar de los golpes que arroja, a pesar de lo cerca que deja de la lona a los vencidos. Valverde es la gran marca de Movistar, al menos hasta la irrupción de un escalador que marcará una época, Nairo Quintana. ¿Cómo va a evitar llevar el equipo a su mejor activo al mejor escaparate del mundo? El problema es la definición de sus objetivos. Quizás un corredor como él bien podría aspirar a vencer el maillot verde, varias etapas de toda clase y color (montaña, final en cuesta, media montaña, escapadas, prólogos…) y no a una clasificación general que sea cual sea el resultado de esta edición aún en disputa no se le adapta.
Porque ya es un resultado amargo disputar el podio ante ciclistas mucho menores que él sin haberlo sentenciado con anterioridad. Si bien Nibali es inalcanzable, la calidad de Valverde debería ser inalcanzable a su vez para el resto de sus rivales. Es, sin lugar a dudas, el mejor tras el italiano por palmarés y condición. Sin embargo, algo le impide rendir a un mejor nivel en el Tour. Nadie sabe si se trata de la presión, si de la tipología de los puertos, del buen nivel que ofrecen el resto de rivales… El caso es que duele ver a un fuera de categoría como él pelear como un jabato por un logro que merece y que siempre se le escapa (¿hasta este año?).
Tiene mucho mérito que un ciclista que no posee esas condiciones para aspirar a ganar un Tour lo esté disputando con tanta energía y buen hacer. Le falta algo de visión táctica, quizás algo de motor para esas situaciones límite en las que se marcan las verdaderas diferencias y algo de cabeza, de entereza mental. Es fantástico su rush final, una mezcla de clase y orgullo a partes iguales.
En cierto modo recuerda a la misma situación que sufrió Abraham Olano. El vasco siempre fue considerado el heredero del imperio Indurain, uno de los mejores ciclistas de la historia, casi nada. Equipo tras equipo fue conduciendo sus miras al podio final de París, con el que se estrelló edición tras edición. Llegó a ser cuarto en 1997, meritorio puesto debido a lo montañoso de aquella edición. ¡Cuántas victorias en otras carreras se le escaparon por centrarse en lo que nunca podría ganar! Puede tratarse del mismo caso de Valverde, con muchas Vueltas a España en sus piernas y sólo una en el palmarés. Con muy buen potencial para las clásicas de muros y con muchos escenarios aún por vencer.
Llegado el momento de dejar paso a un relevo incluso en el propio Movistar, donde jóvenes como los Izagirre, Herrada o, por supuesto, el mismo Quintana piden paso a marchas forzadas, hay que reconocer que pese a todo ha estado siempre ahí. Y que merece un gran aplauso por seguir aguantando la bandera del decaído ciclismo español.
L.S.
Una cosa es Puerto Lumbreras (Murcia) y otro, Las Lumbreras (Murcia). Pero Puerto de Las Lumbreras no existe, y A. Valverde es de Las Lumbreras.