Tras un tremendo traslado cruzando toda la península hasta Pontevedra, la carrera se reanuda con otra bonita etapa de media montaña con final en Baiona, que en sus kilómetros finales reproduce parte de aquella de 2021 que acababa en Mos y terminó con la polémica retirada de Superman López. Se espera que de nuevo el encadenado de Vilachán, Mabias y sobre todo Mougás depare un buen espectáculo como hace tres años.
La etapa coruñesa tiene salida y llegada en las instalaciones de un patrocinador del ciclismo en general, Cortizo, y tiene un formato de circuitos: uno primero más largo con la subida a San Xusto, dos vueltas con la ascensión a Aguasantas y un bucle final con el muro de Cruxeiras, también conocido por Lampai, que esconde rampas máximas del 20%.
No habrá descanso para los favoritos al siguiente día con la llegada a Cabeza de Manzaneda, en una jornada con solo esa ascensión puntuada, pero con un terreno previo por la Ribeira Sacra totalmente rompepiernas.
Ya se había probado el final en Ancares por dos de las vertientes lucenses más exigentes. Quedaba por enseñar la vertiente leonesa, una pared de cinco kilómetros al 12% acompañada por su inseparable Lumeras. Sabemos de las infinitas posibilidades de la zona, también de su difícil ubicación geográfica, así que su inclusión viendo el resto del recorrido nos produce sentimientos contradictorios.
Hay que pensar que quizá la etapa más fácil de la semana es la del sábado, con final en Villablino tras ascender Leitariegos. Se podía haber endurecido la subida final empleando la vertiente de Sonande, pero vista la semana de rampas máximas quizá la decisión de evitarla es adecuada.
Este bloque se cierra con la llegada a Cuitu Negru, otra subida repleta de pendientes de dos dígitos altos. En mi opinión es acertada la opción de no incluir grandes subidas previas, pues no enlazan bien y quedan empequeñecidas ante la subida a Pajares y su prolongación hasta Cuitu, un escenario ideal para los más ligeros del pelotón.