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Sobre el modelo de Vuelta a España

Hace muy pocos días, el ex ciclista Miguel Induráin, refiriéndose a la presente edición de la Vuelta a España, efectuaba unas declaraciones en las que venía a concluir que la crono entre Santillana del Mar y Torrelavega iba a ser la decisiva para decidir el ganador de esta carrera. La razón la argumentaba el propio ex corredor: que en la montaña, apenas se establecen diferencias.

De esta manera, Induráin no hacía sino suscribir lo que piensan bastantes aficionados. Que bajo una aparente imagen de dureza, los recorridos establecidos por Guillén no establecen diferencias. O lo que es lo mismo. Es cierto que hay igualdad entre los favoritos. Pero esa igualdad es una igualdad relativa. Es también una igualdad pretendida, buscada por el organizador. Y es además una igualdad a la baja en lugar de una igualdad por lo alto. Lo que busca el organizador es precisamente eso: que no se establezcan diferencias. Y para ello mete montaña, pero no alta montaña en cantidad suficiente para que un gran campeón muestre su superioridad tanto frente a sus adversarios como delante de la afición.

Y en estas estamos. Las presentadas como “duras” etapas de montaña, no son más que simples asaltos de tanteo en los que los favoritos van limándose escasas diferencias de tiempo. Unos días unos son los favorecidos; otros días otros. Pero esas diferencias no son decisivas para definir el ganador final. Es un pequeño “timo” del organizador hacia el aficionado. Pretender mantener la atención, el suspense, día tras día, pero sin descubrir quién es el “asesino” (el ganador, en nuestro caso). El thriller se basa precisamente en ocultar al malo. No en mostrar a un malo “maloso” ejecutando despiadada y constantemente a sus rivales delante de las cámaras como podría ser un Laurent Fignon ya investido de amarillo en el Tour de 1984.

Según Miguel Induráin, y muchos aficionados, la jornada decisiva es la contrarreloj de Torrelavega. Y claro, para que el desequilibrio no sea mayúsculo a favor de los contrarrelojistas, tampoco el organizador puede meter una distancia muy grande que rompa el equilibrio y desenmascare al ganador.

Nos encontramos, según algunos, encerrados en un círculo vicioso del que no se sabe cómo salir. Porque una cosa conlleva a otra. Y así sucesivamente. A resultas de esto, la clasificación general está bastante constreñida. ¿Cómo romper este círculo vicioso? ¿Por dónde romper este equilibrio para conseguir un mayor espectáculo? O, ¿merece la pena y hay voluntad de romper con este equilibrio “a la baja” y buscar un equilibrio “al alza”?

A ver. Que esto es ciclismo y cualquier cosa puede suceder. Como se demostró el pasado mes de mayo en el Giro de Italia, cuando el actual líder de La Vuelta, Simon Yates, vestía de rosa y acabó hundiéndose cuando pocos lo esperaban. Pero un suceso inesperado de ese tipo no rompería en absoluto la base del argumento de Miguel Induráin. El argumento es el que es, y el modelo de recorrido de Guillén es el que es, por más que sucedan incidencias imprevisibles.

Además, en la presente de la Vuelta a España, Guillén no tiene a un actor indisciplinado como Alberto Contador, que le rompa el guión de su película, como sucedió en Fuente Dé en 2012, o en Formigal en 2016, aunque en esta última oportunidad, el de Pinto no saliera beneficiado.

Así, de esta manera, va transcurriendo La Vuelta 2018. Para una parte de la afición, este desarrollo resulta un fiasco. Para otra parte, resulta un transcurrir atractivo. Es ASO, Guillén en este caso, quién debe decidir a qué sector quiere contentar. Porque Guillén de sobra conoce las críticas que se dan hacia sus recorridos. Pero corresponde a su voluntad, a su manera de entender su negocio – y seguramente a algunas directrices que de más arriba le vendrán y tendrá que acatar- el optar por un modelo u otro.

RAÚL ANSÓ ARROBARREN  @ranbarren

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