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12 viejos rockeros para 2017

Durante la última década estuvieron, más o menos, bajos los focos más deslumbrantes. Tocaron la gloria con los dedos y se convirtieron en la referencia de los que más tarde llegaron para destronarles. Sin embargo el mismo carácter indómito y la misma clase inagotable que les llevó a la cima, les permite seguir peleando, resistiéndose al implacable paso del tiempo. Son los viejos rockeros del circo ciclista, esos que no se irán sin dar guerra, que obligan a los irreverentes jovenzuelos a sudar por cada pulgada de asfalto que quieran conquistar. Completamos con ellos nuestra saga de los corredores a seguir en 2017.

  • Domenico Pozzovivo (1982). Nos encogió el corazón con su terrible caída en el Giro’15. Luego reapareció pronto y no empezó del todo mal 2016. Sin embargo en el Giro estuvo muy flojo (20º en la general) y sin presencia real. Quizás el podio que un día tuvo en las piernas ya no será posible.
  • Michele Scarponi (1979). Relegado al papel de gregario de Aru y Nibali, el ganador administrativo del Giro’11 estuvo sensacional en la pasada edición de la corsa rosa, especialmente en los Alpes, demostrando que todavía es un sensacional fondista. Un escudero de superlujo para Aru.
  • Enrico Gasparotto (1982). Fue la sensación de la pasada temporada en las Ardenas, ganando su segunda Amstel y haciendo 5º en Flecha Valona lo que le ha valido volver al WT, esta vez enrolado en el Bahrein. Tendrá menos margen de maniobra pero no se puede descartar que vuelva a sorprender.
  • Samuel Sánchez (1978). La desaparición de Euskaltel amenazó con retirarle pero en 2017 cumplirá su 4ª temporada en BMC. Ya no es el corredor franquicia de hace un lustro pero lo cierto es que en las Grandes Vueltas acaba siendo uno de los valores más seguros del equipo. Volverá a serlo, seguro.
  • Stephen Cummings (1981). Uno de los mejores cazaetapas del pelotón mundial. Lo demostró hace dos años robándoles la cartera a Pinot y Bardet en Mende y repitió el año pasado en Lac de Payolle. Con 36 años parece estar en el mejor momento de su carrera. Un chollo para cualquier equipo.
  • Simon Gerrans (1980). Durante un lustro fue uno de los mejores uphillfinishers del pelotón pero la eclosión en su equipo de los Chaves, Yates o Ewan parece haberle arrinconado. Tiene calidad de sobra para reinventarse y convertirse en un cazaetapas de primer nivel. Si no es ahí, se irá apagando.
  • Matthew Hayman (1980). Protagonizó una de las mayores sorpresas de la temporada robándole a Boonen una Roubaix que parecía hecha. Sin ese factor sorpresa parece complicado que repita un logro de esas dimensiones pero ya demostró en 2016 que tiene una fantástica lectura de carrera. Ojo con él.
  • Rubén Plaza (1980). Un caso similar al de Cummings, aunque en este caso ya había probado las mieles del triunfo, especialmente en las cronos. Ahora, curtido en mil batallas, se dedica a hacer saltar la banca ganando etapas de forma brillante. Y aunque 2016 no fue su mejor año nadie  puede darle por acabado
  • Tom Boonen (1980). El mejor corredor de la Historia sobre adoquines pondrá fin a una carrera deportiva legendaria en el Velódromo de Roubaix. Nos ha regalado alguno de los mejores momentos de ciclismo de la última década y nada sería más justo que verle despedirse con el adoquín de Roubaix en las manos.
  • Philippe Gilbert (1982). Ya no es el corredor dominante, absolutista, de hace un lustro, lo que no le impide conseguir victorias de gran mérito, como las dos etapas del Giro’15. Vuelve a casa, esta vez a Quick Step, y quizá sea el cambio de aires que le hacía falta para ofrecernos su último gran baile.
  • Sylvain Chavanel (1979). Nunca fue una superestrella al nivel de los más grandes pero su carácter combativo no exento de calidad y su generosidad en el esfuerzo le permitió granjearse el afecto de la aficción. Lejos de sus días de vino y rosas, aún se espera de él guerra, batalla, inconformismo. Su sello, vaya.
  • Thomas Voeckler (1979). Odiado y amado a partes iguales, histriónico hasta el paroxismo, guerrillero, batallador y polémico. En el peor de los casos, un mal necesario; en el mejor, un genio imprescindible. El caso es que nunca dejó indiferente a nadie. El 23 de julio, en París, dirá adiós. Se le echará de menos.

SERGIO ESPADA

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