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AHORA SÍ, ESAS PIERNAS YA TIENEN EL ARCOÍRIS

Estoy afónico y aún sigo sonriendo. Alejandro Valverde es Campeón del Mundo. Sí, es Campeón del Mundo. No es un sueño ni el texto que tantas veces ansié y deseé escribir. Es lo que ha pasado esta tarde en el Mundial de Innsbruck cuando Alejandro Valverde ( 1980, Las Lumbreras, Murcia ) se ha impuesto al sprint sobre Romain Bardet, Michael Woods, y Tom Dumolin para lograr ese Campeonato del Mundo que tantas veces se le ha resistido y tantas veces nos ha hecho lamentar la ocasión fallida.

Este Mundial estaba en su cabeza, era quizás la última gran oportunidad de alzarse con un Campeonato que se le resistía desde que en 2003 hiciera segundo por detrás de Astarloa. Contando esa medalla hasta el oro de hoy, Alejandro ha disputado doce Mundiales en los que hasta el subidón de esta tarde, había conquistado seis medallas. Dos platas y cuatro bronces. Ahí es nada. Pero pasaban los años y el oro se le resistía y las oportunidades, obviamente, se iban alejando.

Llevo escribiendo en esta revista dos años y creo que la expresión que más he usado en las crónicas, artículos o reportajes aquí en la web o en la edición de papel es “Valverde tiene un arcoíris en sus piernas”; ya casi me salía como algo natural cuando aparecía el tema de los Mundiales y de los favoritos. No es ventajismo, de hecho hace unos días volví a escribir algo parecido en plan “bendición” y lo puse de nuevo. Aunque era como dicen mis compañeros de Planeta Ciclismo “más con el corazón que con la cabeza”. Y tenían razón, pues Alaphillipe, Roglic, Nibali, Dumolin o los Yates, también llegaban bien a este Mundial. Y todos más jóvenes y algunos de ellos más frescos.

Pero hoy era el día. Mínguez aleccionó a sus pupilos y no cometió errores del pasado y en un día sin pinganillos, la Selección trabajó por y para Valverde. Todos jugaron  su rol: De La Cruz siendo la sombra del murciano en gran parte de la carrera, Castroviejo tirando y atento a demarrajes inesperados, Omar Fraile imperial ante un Van Avermaet y De Marchi muy batallador que le pedían relevos cuando lo que él sólo buscaba era que ese movimiento no cuajara, Herrada saliendo a los ataques para los cortes que hubiese, Enric Mas, Nieve e Izaguirre aguantando hasta los últimos veinte kilómetros cuando poco a poco, muchos ciclistas importantes se van quedando…así hasta que en el muro o infierno con unas rampas que alcanzan el 28% de desnivel, Francia se mueve con toda su artillería. También hay un canadiense, un italiano…y un español: ¡Es Valverde!, ¡ha entrado en el corte bueno!

Algunos de los favoritos que estaban en varias quinielas ceden: Primero Superman López, luego Roglic que se cae y aunque magullado consigue enlazar arriba pero el esfuerzo  acaba pasándole factura. También el polaco Kwiatkowski, Nibali…e incluso el gran favorito, al margen del “bala”. Las cuestas austriacas se le atragantan a un Alaphillipe que pierde contacto con los tres que aún siguen en carreras y se van directos a por las medallas: el galo Bardet, el simpático canadiense Michael Woods y nuestro Alejandro Valverde. Se entienden y se acercan a los últimos kilómetros. Las medallas parecen seguras. Sólo hay una cosa que les incomoda hasta que llegue la meta: la silueta gigante de un Dumolin que como si de una contrarreloj se tratase, se acerca inapelable recortando metros. Todos sabían que Valverde es el más rápido en una volata, también que un demarraje del tulipán viniendo desde atrás puede ser letal.

Dumolin conecta y lo intenta a lo que responde bien Valverde. Demostraba lo que tantas veces se le ha pedido. En otros Mundiales como los de Valkenburg, Florencia, Ponferrada…siempre esperó a que otros se movieran para salir. Quizás tarde, quizás por falta de fuerza en las piernas…el oro se escapaba. Esta vez no. Alejandro se puso el primero, se vio con fuerzas y lanzó un sprint a falta de 300 metros con un ritmo infalible al que ninguno de sus acompañantes pudo contestar. Se nos hizo eterno, lo pasamos mal, pero veíamos que podía llegar. Y llegó. Y ganó. Y rompimos a llorar como él.

Era cierto, lo había conseguido. Había ganado el Mundial. Tras seis medallas, llegó la más buscada. La más bonita, la que más brilla. Y  a la séptima, descansó. Ahora sí.

Por fin podrá lucir el arcoíris. La victoria que le faltaba. Ha ganado la Vuelta, monumentos, ha hecho podio en Giro y Tour…pero esta es sin duda su victoria más importante.

Su emoción fue la de todo un país, toda una afición que esperaba este día. Lo hubiera logrado o no, Valverde era, es y será grande. Pero ahora, verle así luciendo ese mágico jersey arcoíris nos da una alegría y un orgullo que hacía tiempo que no sentíamos. Ya lo tiene, esas piernas ya tienen su ansiado Mundial.

SERGIO ANDRÉS

@entrebiciybalon

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