Análisis DLC: ¿como interpretamos la Dauphine?

Cuesta escribir acerca del recientemente disputado Criterium de Dauphiné.

Porque Dauphiné tradicionalmente suele establecer referencias cara al inminente Tour de Francia. Y en este caso no parece que sea así. Salvo que la Grande Boucle rompa con sus rutinas de los últimos años y se convierta en una sucesión de episodios imprevisibles, lo cual daría mucha emoción. La emoción que en los últimos años se ha echado en falta durante el mes de julio por las carreteras galas.

El diseño del Dauphiné, concentrando en sus tres últimas etapas casi toda la montaña,  propició que sus primeras etapas no enganchasen mucho a la afición. Todo cambió en sus tres últimas jornadas, con un etapón final. Etapón final al que los aficionados últimamente no estamos acostumbrados en las grandes rondas etapas. Por eso, cuando suceden, incluso a los aficionados nos sacan de nuestras casillas. Perdemos referencias y no sabemos a qué atenernos. La jornada final no se disputó bajo los parámetros del ciclismo al que hoy día estamos acostumbrados en las vueltas por etapas. Y muchos de nosotros acabamos totalmente despistados.

Sea por que la jornada era corta y explosiva. Sea porque los propios ciclistas y directores aprovecharon para hacer pruebas de cara a una carrera, el Tour, donde esas pruebas ya no estarán permitidas. Sea porque el Dauphiné, comparado con el Tour, es una carrera menor y a los directores y sus ciclistas les importa menos perder. Sea porque ciclistas acostumbrados a estar rodeados por muchos gregarios esta vez se quedaron sin ellos. Sea porque algunos de los corredores todavía no han alcanzado el punto óptimo de forma que esperan alcanzar dentro de un mes. Sea porque algunos de los supuestos favoritos no quisieron desgastarse en esta carrera. Sea porque estos favoritos tampoco quisieran mostrarse ante sus rivales… Además, al Dauphiné, respecto al próximo Tour, le ha faltado de considerar el “factor Nairo Quintana”: un factor que hasta hoy tiende a “anestesiar” las carreras. Lo que en términos futbolísticos se considera “jugar a que suceda lo menos posible”.

Así, en opinión de quien escribe, las conclusiones que se pueden extraer de este Dauphiné hay que cogerlas con pinzas.

Desde luego que la victoria del danés Jacob Fuglsang resultó una sorpresa. Su temporada hasta este momento no había resultado excesivamente brillante. Y aunque las circunstancias de carrera en cierto de modo le favorecieron, Fuglsang salió vencedor de un duelo contra corredores de la talla de Froome y Porte. Además, cuando en principio su labor debía de ser de gregario de Fabio Aru. Otro ciclista el italiano que tuvo una magnífica reaparición, pues llevaba sin competir desde la pasada Tirreno.

Chris Froome, durante esta semana, nos ha deparado de todo. Su cronometrada resultó decepcionante, y en las etapas de montaña ha combinado momentos de dar la cara con momentos en que se le han ido corredores que en otras circunstancias (rodeado de gregarios) hubiera resultado impensable.

De Porte resulta destacable su formidable reacción en defensa del liderato durante la jornada final.

Lo mejor que se puede decir tras este Dauphiné  es que la afición podemos mantener cierta esperanza. Cierta esperanza en que el Tour resulte una carrera más descontrolada y emocionante que en sus últimas ediciones. Con todas las “pinzas” que hemos mencionado, pero a ver si es verdad.

RAÚL ANSÓ ARROBARREN

@ranbarren

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