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El ciclismo Italiano. Hora de levantarse después de la caída

Hubo un tiempo en que el ciclismo italiano era la envidia del pelotón internacional. Contaba con grandes figuras que ganaban en todos los terrenos. Un ramillete de corredores caracterizados por ser verdaderos todoterreno, que brillaban tanto en vueltas por etapas como en clásicas, y que acaudillaban un pelotón nacional temido en cualquier fuga por el resto de ciclistas. Capitaneaban mastodónticas superestructuras con presupuestos millonarios, que aglutinaban a su vez a la mayor parte de las estrellas del profesionalismo. Un país que poseía una aparentemente inagotable cantera, que año tras año permitía asegurar el relevo generacional, con varias promociones que se superponían en tiempo y resultados, tiranizando en determinadas temporadas el palmares de las carreras más solicitadas del calendario.

Ese tiempo terminó ya hace algunos años. Actualmente en el World Tour con la salida de Lampre a finales de 2016, ya no hay marcas italianas que figuren como, si no único, si al menos principal sponsor. Solo SEGAFREDO copatrocina TREK, en un proyecto que no ha conseguido atraer al referente italiano de la actualidad Vincenzo Nibali. Si quedan estructuras italianas continentales, pero ni tan si quiera RCS Sports, empresa organizadora de las principales carreras internacionales del país, tales como Giro de Italia o “Il Lombardía”, las invita por decreto como si ocurría antaño, por lo que estas escuadras se ven obligadas a mal vivir en un calendario cada vez más anónimo. Y por si no fuera esto suficiente, la cantera italiana está sumergida en una profunda crisis estructural de difícil solución.

Todo esto no ha respondido a una dramática hecatombe. Sino que ha sido un largo proceso de degradación que engloba las dos últimas décadas. Para comenzar a explicar el cómo se ha desarrollado, es necesario comprender el particular carácter transalpino en lo que se refiere estrictamente a términos deportivos. Al italiano de a pie, le gusta ver a sus compatriotas competir y ganar; a ser posible, ganar mucho. Con coraje, con valor…si…pero no necesariamente acompañando sus actuaciones de un espectáculo plástico y visual mayúsculo. Eso está bien, pero siempre y cuando se gane. La efectividad siempre por encima de la estética. Parece una perogrullada porque, ¿a quién no le gustan los ganadores? Sin embargo en Italia este es un aspecto si cabe más marcado.

Globalmente, la última generación de ciclistas grandes de Italia fue la de nacidos entre 1968 y 1971, donde estaban encuadrados los recordados Marco Pantani, Mario Cipollini, Michele Bartoli, Gilberto Simoni, Francesco Casagrande, Ivan Gotti, Leonardo Piepoli, y tantos otros. Esta generación reunía absolutamente todo lo necesario para llevar al ciclismo, a cotas máximas de popularidad en su país como de hecho así ocurrió. Además, su paso a profesionales a inicios de la década de los 90, se produjo en un momento en que los equipos italianos estaban tal y como relatábamos al inicio, a la cabeza del pelotón en cuanto a inversión económica y solidez como proyecto deportivo. Había una serie de estructuras muy sólidas que a pesar de cambiar con cierta frecuencia de firma sponsor (Carrera, Mercatone, Saeco, Del Tongo, Gatorade, MG Maglificio, Asics…), mantenían siempre intacto el esqueleto del conjunto, con generantes y managers que tenían relación directa con los responsables de las marcas patrocinadoras, lo cual servía de auténtico sistema vertebrador del ciclismo nacional.

Ninguno de los atletas antes citados decepcionó, por lo que en una cultura deportiva como ya hemos dicho tan resultadista como la italiana, el hecho de que sus ciclistas ganaran carreras, producían un ambiente muy favorable para nuestro deporte, ya que se seguían competiciones de todo tipo con avidez, produciéndose un gran retorno económico que revertía directamente en más ciclismo.

Fue a finales de los 90 cuando se inició el declive. Como muchas otras cosas en este deporte, el estallido del escándalo del equipo Festina en la salida del Tour de 1998 produjo un gran impacto en el ciclismo italiano. Curiosamente coincidiendo con uno de sus puntos álgidos: el doblete del malogrado Pantani en el Giro y el Tour. Y fue precisamente Pantani, quien personificó el inicio de la caída del ciclismo italiano. En 1999 se produjo su “no apto” por exceso en la tasa de hematocrito, chequeo implantado como control de salud dos años antes, siendo apartado de carrera en un Giro de Italia que tenía absolutamente ganado. Italia perdió de repente a su entonces referente, no solo ciclista sino deportivo, un ídolo nacional que se precipitó en una espiral de turbulentos sucesos que finalizaron de forma abrupta y dramática cinco años más tarde. Cinco años donde entre otras cosas vimos también echar el cierre al mejor equipo italiano del momento, y probablemente uno de los cinco mejores equipos de todos los tiempos. El MAPEI de Giorgio Squinzi. El mejor corredor y el mejor equipo azzurro desaparecidos en apenas tres años. La salida de esta estructura probablemente obedeció a numerosas razones, pero la versión oficial sostiene que la cascada de escándalos que culminaron con el positivo del recién fichado Stefano Garzelli por Probenecid, resultó una losa demasiado pesada para su patrón, y Squinzi decidió dar por finalizada su aventura. Grandes equipos como Fassa Bortolo no aguantaron más de cinco años en ciclismo, y a pesar de los éxitos, los sucesivos mazazos en forma principalmente de escándalos se sucedían año, lo que comenzó a generar cierto desapego entre aficionados y profesionales. Prácticamente la totalidad de equipos de principios de siglo, con sus corredores estrella a la cabeza se vieron como poco, envueltos en embarazosas situaciones.

Si a toda esta ristra de calamidades, unimos el hecho de que la generación que debería haber recogido el testigo, a pesar de apuntar altísimo resultó ser un lastimoso fracaso por diversos motivos, la fórmula hasta pocos años antes victoriosa, entró en un periodo de paulatino deterioro. Pozzato, Gasparotto y Cunego, estandartes de la generación que recoge a los nacidos entre 1980 y 1982, efectivamente deberían haber abanderado un batallón de corredores que pudieran tutear a los astros de otros países y a la generación de oro del ciclismo español con Joaquín Rodríguez, Alejandro Valverde y Alberto Contador a la cabeza. Los motivos por los que estos corredores italianos han tenido una trayectoria de fogonazos, excesivamente intermitente, son muy diversos y darían para otro artículo. Aunque anticipándonos, deberíamos decir que existe el denominador común de creérselo antes de tiempo. Quizás el problema es endémico de Italia, donde se ensalza irresponsablemente hasta el absurdo a muchachos que aún están consolidando sus trayectorias en el campo amateur, con lo que si los resultados les acompañan en sus primeras campañas, reciben por adelantado el oficioso carnet de rutilante estrella.

En cualquier caso, Pozzato y Cunego tuvieron grandes momentos de gloria. En una generación que debería haber sido más responsable de lo que ha sido y fue, dado el profundo trauma que produjo la caída de Pantani, más desagradables han sido los casos de Riccardo Ricco y Emanuelle Sella, y el oscuro velo que rodea a la extraña carrera deportiva de Alessandro Ballan. Todas estas trayectorias, entre erráticas y fracasadas dieron como respuesta una pérdida importante de referencias en competición. Y aunque el ciclismo italiano se trató de rearmar sobre la figura del hijo pródigo Ivan Basso, que volvió de la mano de Liquigas al ciclismo italiano después de su caída desde los cielos del CSC por obra y gracia de la operación puerto, el varesino siempre careció del gancho necesario para conectar con el corazón de Italia, fundamentalmente por su falta de pegada en sus inicios, donde desesperaba a Gicancarlo Ferreti por lo que le costaba ganar a su entonces joven pupilo y posteriormente en sus años gloriosos por su aparente connivencia con Armstrong, falto del tradicional sentido de lucha italiano por querer quedar el primero. En cualquier caso Basso fue un corredor que además de ganar un Giro tras una sanción, fue importante porque a su vera saltó  a la fama el que sería estandarte del ciclismo italiano de la actualidad Vincenzo Nibali.

Sin embargo el crecimiento y llegada al estrellato de Nibali no se ha visto refrendado con un torrente de nuevos advenimientos. Más bien, han llegado ciclistas de calidad a cuenta gotas. La otrora prolífica cantera italiana, se encuentra de capa caída incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos, y actualmente está muy por debajo de los sistemas belgas, franceses y ya no digamos los anglosajones, con auténticos programas integrales que reciben enormes sumas de dinero público dedicados a la formación de deportistas, y desarrollo de jóvenes talentos. El calendario amateur italiano actualmente se encuentra muy desdibujado por la difícil convivencia entre los corredores recalificados como amateurs, los equipos del este que proliferan por sus competiciones, y la falta de ayudas económicas en un país en permanente crisis política que de uno u otro modo supone una barrera difícil de franquear para el desarrollo de juniors y sub 23 italianos. En esta situación la aparición de Fabio Aru es algo bastante extraordinario.

Y es el joven líder de ASTANA quien nos guiará para tratar finalmente de arrojar un rayo de esperanza en lo que viene a partir de ya desde Italia. ¿Qué corredores venidos del país transalpino actualmente podrían aspirar a la primera línea de las carreras del UCI World Tour? En cuanto a las grandes rondas, el mencionado Aru parece un valor muy sólido y un referente de presente y futuro. Bien es cierto su año competitivo en 2016 fue para olvidar, y es un corredor de pocos recursos fuera de las grandes vueltas. Pero es un consumado fondista, sabe sufrir y su palmarés habla por si solo acerca de su calidad. Es un ciclista muy querido en su país, y tiene una enorme fe en sí mismo. Quizás estaba aún “verde” para el asalto al tour, pero conviene recordar que hay innumerables casos de grandes ciclistas italianos que jamás triunfaron en el Tour, ni como aspirantes a la general, ni como animadores de la carrera.

Davide Formolo es un ciclista del que se espera en los próximos dos años comience a despuntar de forma similar a Aru. Si bien es un corredor aparentemente más limitado para la alta montaña, sus próximas temporadas serán fundamentales para calibrar su verdadero potencial y saber hacia dónde debe orientar el radar de objetivos. Es suficientemente joven como para redirigir sus pasos a carreras más cortas o clásicas quebradas, aunque todo hace indicar que sus características y su fondo de armario donde mejor va a lucir es en la Vuelta, Giro o Tour. Es precisamente en estos escenarios donde más tiempo se necesita para sacar todo lo que se lleva dentro. Los planes hay que hacerlos a dos o tres años vista.

Diego Ulissi y Fabio Felline, son dos corredores que responden al perfil de ciclista italiano de toda la vida. Rápidos, con demarraje rompedor en cuesta, con capacidad para adaptarse a multitud de terrenos, y buenos contrarrelojistas de distancias moderadas. Su principal problema radica en que antes, este prototipo de ciclista era solo habitual en Italia, y la globalización ha traído un gran stock de ciclistas cortados por el tradicional patrón italiano provenientes de otros países, muchos de ellos mejores que los propios italianos. Nadie duda de la calidad de ambos, sin embargo les está costando consolidarse en la parte “top” del pelotón.

Ulissi está excesivamente acomodado en un calendario de segunda. Probablemente en sus contratos cunda más ser ganador del Tour de Eslovenia que 5º en la Amstel Gold Race…pero Diego pensamos tiene más calidad que la que está mostrando, en un calendario en el que puede hincharse a ganar en la República Checa o en semiclásicas italianas en horas bajas como el gran premio de los Etruscos. Le está faltando ambición. Pero no podemos decir que económicamente le esté saliendo mal la jugada.

Por su parte Felline tiene el problema de no acabar de encontrar su sitio. Este año 2017, tras una fantástica de Vuelta a España y una caída en la Amstel Gold Race que condicionó por completo el 2016, ha vuelto al adoquín por donde no pisaba casi desde sus inicios con el equipo de Matxín Footon Seveto allá por 2010.

Mateo Trentin por su parte es un corredor completamente acomodado a la estructura de Quick Step donde viene a cumplir un papel que en las estructuras de Lefevere ha sido tradicionalmente cubierto por corredores del perfil del ya retirado Luca Paolini. Su compañero Gianluca Brambilla adolece del mismo problema. Es el caso contrapuesto a Ulissi, ya que contando con características muy similares, y a pesar de contar con nivel para destacar con otro tipo de equipo en escenarios de segunda división, prefiere cumplir como gregario dentro de una gran estructura, y limitarse a cubrir expediente en los pocos momentos en que goza de libertad.

En cuanto a Sony Collbrelli, es el típico finisher con características semejantes a los históricos y ya retirados Oscar Freire o Erik Zabel. Ciclistas rápidos de enorme fondo, que no se manejaban mal del todo en la montaña. La otra cara de la moneada en las llegadas es Elia Viviani, esprínter llegado de la pista, medallista olímpico con muy poco fuelle cuando el terreno se empina, pero tremendamente veloz y peligroso en las tradicionales volattas. Compañero de Viviani en SKY es Diego Rosa, ciclista que ha sido pieza fundamental en ASTANA en las victorias de mayor empaque de Nibali y Aru, y que parece haber alcanzado en su trayectoria el momento en que demuestre si da para convertirse en una especie de Laurent Dufaux del Festina de los 90, esto es un lugarteniente capaz de según las necesidades del equipo asumir galones de jefe de filas en objetivos muy variados, desde clásicas a vueltas por etapas. También enrolado en SKY, el más joven de todos los que se esperan, Gianni Moscon da sus primeros coletazos en el profesionalismo. Es un ciclista del que se espera se convierta en un referente en principio en las clásicas, con un CV amateur de quitar el hipo donde ha destacado en una diversidad de terrenos muy notoria.

Como vemos, si hay corredores, un grupo quizás no muy nutrido, pero lo suficientemente interesante como para no caer en el derrotismo. Espero no pase mucho tiempo a que deba escribir un artículo anticipando el advenimiento de una nueva generación de talento azzurro, que en entre de forma arrojada en el calendario profesional. El ciclismo necesita a Italia. Coppi inició la historia de la modernidad ciclista. Y desde entonces ellos siempre han estado ahí. Italia nunca puede ser comparsa. Deben recuperar el camino, y la senda de la victoria.

Jose María Palacio

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