El luxemburgués repite año en blanco, sin victorias y sin dar más muestras de mejoría que el haberse infiltrado en alguna fuga. Lejos de las victorias, su carrera comienza a recordar a la de aquellos talentos perezosos que después pasaron al olvido sin más éxitos que los logrados al inicio de su estrellato.
Un caso cuyo mayor exponente ha sido Evgeni Berzin, que ganó un Giro a Indurain y apenas tuvo recorrido más allá del año 1995. Después desapareció y año tras año se especuló con su vuelta al mejor rendimiento, algo que nunca llegaría. Casos como este hay varios en los últimos años, a veces por desidia y dejadez, otros por coincidencia o razones que no han trascendido, otros por misterio.
Andy tendrá que decidir ya qué clase de corredor quiere ser. Si para una carrera tan exigente como el Tour no quiere realizar el esfuerzo, tal vez deba probar con otra de menor pelaje. Pero corre el riesgo de que no le motive lo suficiente. A ver si 2014 con la vuelta a la competición de su hermano volvemos a ver lo mejor de uno de los escaladores con más clase del pelotón actual.
Capacidad se ha observado que tiene. Con una victoria final en su zurrón -aunque de forma nominal-, y con muchos segundos puestos en su haber, ya no puede aspirar a nada que no sea el primer puesto. Aunque un podio en estos momentos sería considerado una hazaña vistas sus dos últimas temporadas de desierto y desgracias.
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