En Dauphiné su equipo hizo literalmente aguas en el momento más crítico. La alternancia de preparación con Roman Kreuziger, que ha preferido la Vuelta a Suiza para encaminarse al Tour, y la no presencia de hombres clave como Roche o Majka, descansando tras el Giro, hizo que Contador tuviese que ceder el jersey de líder a un Talansky que aprovechó muy bien una escaramuza táctica en la que el líder del Tinkoff-Saxo se vio impotente.
El checo será el gran pilar. Tras ser quinto en la pasada edición será el gran bastón de un Contador que le necesitará más que nunca. Su comportamiento en carrera fue modélico, demostrando una fidelidad a las órdenes de equipo que pocas veces se ha visto, renunciando a las altas posibilidades personales de podio que tenía Roman en todo un Tour de Francia.
Otro ciclista que se supone importantísimo en la estructura danesa es Nicolas Roche, que tras no hacer una gran aparición en el Giro, se encomienda a una prueba que se le suele dar bien. El Tour se le hizo muy duro el pasado año, aunque hizo una labor excepcional por su líder, siendo el hombre anterior a la dupla de capitanes de equipo. El desgaste del mes de mayo, pese a que no se implicó en demasía, puede pasarle factura, pero lo sustituirá con arrojo y ganas.
Bjarne Riijs tiene buenos mimbres, además, con la veteranía de Benatti para las etapas llanas, que serán más importantes si cabe este año. El antiguo sprinter hace una labor de equipo muy importante, de esas que no se ven y marcan la diferencia a la hora de ganar o perder el Tour. Dos fijos más son Jesús Hernández y Sergio Paulinho, grandes amigos del campeón pinteño y hombres irrenunciables para él.
Aún quedarán por definir tres plazas, en las que es probable que haya gente buena en el llano para cuidar de su líder en las etapas de pavé. Es de esperar que sea una de las mejores formaciones en liza y una de las grandes referencias de la carrera, ya que llevarán el peso en gran parte de ella mientras su líder tenga opciones en la general.
L.S.
La cocina del Tinkoff-Saxo
