La cantidad de atropellos que tienen lugar en las carreteras hacen necesario tomar muchas decisiones por parte de las personas responsables. Sin embargo, sólo se aplican parches, la mayoría de los casos cuando se aproxima la reelección en las urnas. Por ello, mientras tanto debemos ser los ciclistas los que extrememos la precaución por nuestro propio interés e integridad física.
Además, debemos dar ejemplo y respetar, como vehículos, las normas de circulación lo más escrupulosamente posible. ¿Por qué? Primero por propia coherencia con la reivindicación. Segundo para cambiar esa opinión generalizada entre los conductores de que los ciclistas son los culpables únicos del problema.
Para cambiar esa injusta percepción, es necesario ser muy escrupulosos con las normativas con el fin de que nadie pueda escudarse en ese pretexto para no respetar y vulnerar los derechos del ciclista en las carreteras.
Es, además, la posición más inteligente, ya que ante toda circunstancia, el más desprotejido de la calzada es el propio ciclista. Cuantas más precauciones tomemos a la hora de exponernos al tráfico abierto, más posibilidades tendremos de evitar cualquier incidencia que pueda surgir, no sólo por atropello. Elegir bien las carreteras, estudiar el itinerario y las horas de paso, el contexto y preguntar a personas que conozca in situ el terreno. Todo ello son medidas que nos ayudarán a elegir mejor.
Se deben evitar en la medida de lo posible las carreteras con una alta densidad de tráfico, por una mera cuestión de probabilidad. También es importante valorar las características de la plataforma de la carretera o la anchura. En ciudad, donde evitar coches se convierte en misión imposible, debemos ser muy claros en los movimientos, sin perder de vista todo lo que nos rodea, como peatones, pasos de cebra -los cuales, como vehículo, debemos respetar-, perros, baches, coches aparcados -un gran peligro-, etc.
Prever toda situación en la que poder sufrir un percance puede ser la diferencia entre sufrirlo y no sufrirlo.