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Coppi o Bartali: ¿está la Strade Bianche ya al nivel de la Milán-San Remo?

El pasado fin de semana se disputó una nueva edición de la cada vez más atractiva Strade Bianche, una carrera que en apenas diez años de existencia ha alcanzado un status de pseudomonumento. Por otra parte el próximo día 17 se disputará una edición más de la centenaria Milán-San Remo, el primer Monumento de la temporada. La Primavera no está exenta de críticas y no son pocos los que la tachan de previsible y aburrida. Sin embargo, una carrera que han ganado corredores como Coppi, Bartali, Merckx, Bugno, etc. merece, per se, un respeto. Y aquí estamos, decidiendo con cual de las dos clásicas italianas nos quedamos.


Milán – San Remo, si es la “Clasicissima” es por algo.

Sin duda que la Strade Bianche se está posicionando como una de las carreras clásicas a tener en cuenta y son ya muchos los capos que la quieren tener en su palmarés a pesar de ser una carrera joven, de hecho la que vimos el pasado fin de semana ha sido la duodécima edición.

Pero no se puede comparar en prestigio (en calidad en los últimos años es otro debate…) con Milán- San Remo.

La carrera más larga del mundo, es el primero de los llamados “cinco monumentos”; sólo eso ya es motivo para que muchos de los clasicómanos y hombres más rápidos del momento intenten ganarla. Esa es la teoría pero en la práctica no todos lo consiguen: desde que Mario Cipollini ganase la edición de 2002, sólo Freire ha repetido victoria, tres de hecho (2004, 2007 y 2010), el resto de años ha tenido distintos ganadores.

Lo que “se le ha criticado” a la centenaria carrera italiana es su aburrimiento en muchas de sus últimas ediciones debido a las llegadas masivas que casi siempre da lugar a que un sprinter se alce con la gloria.

Este año se celebrará la edición número 109 de “La Primavera”. Una carrera que sólo se ha interrumpido por las dos Guerras Mundiales, y no siempre se canceló en periodo bélico.

Su cartel de ganadores inspira a muchos; de hecho cracks actuales como Sagan o Van Avermaet aún no la han conseguido. El famoso “Poggio”, es decir,  la cota de Poggio de San Remo es tan temida y conocida como el Cauberg holandés o el Oude Kwaremont belga. Y no precisamente por su dureza, 3,7% de desnivel, ni su longitud, 3,7 km, pero llega después de  285 kilómetros y sólo los más fuertes son capaces de darlo todo cuando llegan sus cuestas.

Los últimos años de Strade Bianche han sido carreras épicas llenas de barro, viento, aguaceros y exhibiciones como la del año pasado del polaco Kwiatkowsky que curiosamente luego ganaría también en San Remo, o la de hace unos días del belga Tiesj Benoot; pero San Remo es otra historia.

Y no quiero decir con esto que Strade Bianche sea una mala carrera, ni mucho menos; pero como en muchas facetas de la vida y el deporte, la experiencia es un grado y hay galones. Y Milán- San Remo tiene ese punto de carrera clásica añeja con historia y prestigio que todavía la joven carrera italiana dista mucho de tener. De seguir así su popularidad y encanto crecerán, pero superar a San Remo es otra cosa.

Eddy Merckx tiene en su haber siete triunfos, incluso para mosqueo de algunos, el controvertido Erik Zabel que con los años ha ganado más detractores, tiene cuatro victorias. Por eso últimamente se dice que sólo ganan los sprinters y se pierde la magia de otros monumentos entre pavé, barro, adoquín y muros o caminos  “rompepiernas”.

Pero sólo hay que echar un vistazo al podio del año pasado para que nos demos cuenta del prestigio de esta prueba. El bueno de Julian Alaphilippe se coló en la foto entre dos Campeones del Mundo, Sagan y Kwiatkowski, ahí es nada, y la diferencia fue mínima.

Quizás no fue la mejor foto de una victoria épica levantando los brazos, extenuado y lleno de barro que tanto gustan en los monumentos, pero finales de etapa así es lo que ha hecho prestigiosa a esta carrera, aunque quizás tanta llegada masiva con los Petacchi, Zabel , Cavendish o Kristoff han encasillado al perfil de ganador de la Classicissima en los últimos 15 o 20 años.

La Milán-San Remo es única. Sólo hay que echar un vistazo a las palabras de Merckx refiriéndose a la misma: “la mayor parte del tiempo, se va muy rápido y si no estás a tope de forma, estás muerto tras 200 kilómetros. Pero luego aún tienes que hacer otros ochenta…”

¿Quién no va a querer disputarla?

Sergio Andres


Strade Bianche, el último monumento

El prestigio es uno de esos conceptos que, a fuerza de usarlo, acaban perdiendo su significado, o al menos los límites de éste quedan difuminados más allá de su definición académica. Por ello, el prestigio acaba siendo, como sucede con otro buen número de expresiones de nuestro día a día, una cuestión más bien subjetiva. A nivel social y por tanto, a nivel deportivo. Por eso decidir a estas alturas si tiene más prestigio ganar una San Remo, una Lieja o una Strade Bianche va a depender en buena medida de los parámetros que cada uno de nosotros utilice para medirlo.

¿Y bajo qué parámetros puede resultar vencedora en un acalorado debate la Strade Bianche sobre la centenaria Milán-San Remo? Bueno, la respuesta es invertir la pregunta. Porque lo cierto es que a día de hoy la Milán-San Remo (y alguna otra clásica mayor también) sólo puede anteponerse a la Strade Bianche en función de cuestiones históricas. Sí, se disputa desde 1907. Sí, en su palmarés están los más grandes, desde Coppi a Cancellara pasando por Merckx, de Vlaeminck, Moser, Fignon, Bugno, Chiappucci o nuestros Poblet y Freire. Pero más allá de estas cuestiones más sentimentales que deportivas, la realidad, la cruda realidad diría yo, es que San Remo es desde hace casi dos décadas, una carrera absolutamente previsible en el sentido más negativo. Cualquiera que se siente el próximo 17 de marzo frente a la televisión para presenciar el desenlace de La Classicisima sabrá que le basta con ver los 10 kilómetros finales para ser testigo de TODO lo que vaya a merecer la pena de la prueba. Y eso es realmente muy poco.

Sin embargo, en la Strade Bianche, ese clásico moderno que nació como una marcha de aficionados bajo el nombre de L’Eroica, tiene todo lo que a una carrera ciclista se le puede pedir salvo una mitología que la respalde. O al menos una mitología clásica porque a golpe de pedal se ha construido una iconografía propia en apenas diez años, un caso único en el ciclismo del siglo XXI. Y es que Strade, a diferencia de San Remo, es una carrera tremendamente abierta y disputada, a veces incluso desde antes que conecte la tele. Sus caminos de tierra, enlodados en las dos últimas ediciones, sus colinas diáfanas atravesando la Toscana, su monumental entrada en la milenaria Siena, su repecho final y su majestuosa entrada en la Piazza del Campo han contribuido a hacer de la Strade una carrera con una identidad propia de igual manera que los tramos de pavés del norte de Francia hacen con la Roubaix.

Así pues, con un recorrido muy selectivo, tremendamente exigente por mucho que tenga 100 kilómetros menos que San Remo, con una competencia brutal (cada año más y mejores corredores acuden con la intención de disputarla) y con una puesta escena que remite al ciclismo más puro, a la esencia de este bendito deporte, Strade Bianche ha conseguido lo que hace una década parecía una quimera: convertirse en el nuevo Monumento del ciclismo internacional. Un ejemplo a seguir, sobre todo por quien no tiene “más” que un centenar de ediciones como todo argumento para esgrimir.

Sergio Espada


¿Está la Strade Bianche ya al nivel de San Remo y de otros Monumentos?

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