Hace ya algún tiempo de ello. La irrupción de Contador fue tan repentina como sonada, lo que relegó al murciano a un segundo plano del que desde entonces no ha salido. Sí que ha logrado atención y aplauso, aunque eclipsado en sus éxitos por un corredor que ha hecho coincidir su época de esplendor con la suya.
Su gran estreno fue en la Vuelta del año 2003. Sí, doce meses antes hizo una muy buena participación con ataques interesantes, pero sería entonces cuando lograría subirse al podio final y hacerse con dos etapas de montaña. Todos los medios hablaban de él como el dominador del ciclismo del futuro, algo que no terminó de confirmar en su próxima ronda española, pero que sí dejó intuir en su primer Tour, donde batió a todo un Lance Armstrong.
La demostración fue tal que, una vez abandonó la prueba, comenzó la especulación sobre su nueva aventura en Francia. Era el heredero, el nuevo mesías. 2006 le demostró que las oportunidades hay que aprovecharlas y que el suelo es un lugar muy duro al que caerse. Su clavícula le envió directo al mes de septiembre, donde fue batido por un voluntarioso Vinokourov cuando tenía la carrera resuelta.
Un mazazo que hizo daño a su imagen: su gran victoria se retrasaba. Llegó el Tour 2007, donde aún se le esperaba y era el gran favorito junto a su verdugo kazajo. Pero volvió a fallar en el mejor momento. Una lamentable crono realizada en Albi le dejó sin opciones de podio. Este hecho unido a la euforia vivida por el efecto Contador le hizo caer en el olvido. Nadie se acordaba ya de Valverde, nadie hablaba de él, sino del joven de Pinto que subía dando saltos sobre la bici.
Después ganaría la Vuelta, pero coincidió en el año de la pelea Armstrong – Contador y la victoria de este por todo lo alto en París. Muchos eclipses para una carrera que merece toda la atención. Un genio como él lo habrá pocas veces. Pocas se le valorará tan poco.
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