A día de hoy todavía quedan restos, prácticamente ruinas de las pistas de lo que fue el velódromo Adolfo Suarez de Ávila, dentro del recinto del estadio, de mismo nombre, donde juega sus partidos de local el Real Ávila, encuadrado en la Tercera división del grupo de Castilla y León. En el proyecto de reforma del mismo, está prevista la eliminación de los pocos vestigios de esta pista deportiva. La ciudad amurallada ha sido testigo de grandes y recordadas tardes de ciclismo, con el final en el famoso empedrado de acceso a la ciudad. En la década de los ochenta al igual que en la actualidad, Ávila y su provincia eran lugares muy frecuentados por la Vuelta Ciclista a España. En las ediciones de 1983 y 1987, la meta de la ciudad abulense estuvo ubicada en el citado velódromo Adolfo Suarez, un par de jornadas para el recuerdo con dos vencedores igualmente legendarios.
Poca presentación necesita el final en Ávila de la Vuelta a España de 1983. Días antes en los novedosos Lagos de Covadonga, entonces Lagos de Enol, contra todo pronóstico Bernard Hinault pasaba muchas dificultades y fue Marino Lejarreta quien se llevó el triunfo en aquella cima. En la etapa cronometrada de Valladolid se atisba un resurgir del ciclista francés con la consecución del triunfo parcial, pero es Julián Gorospe, joven corredor del conjunto Reynolds, quien sale con el maillot amarillo de líder de la carrera, Álvaro Pino y el malogrado Alberto Fernández le escudan provisionalmente en el podio, mientras la estrella de la carrera, el galo del conjunto Renault se encontraba a poco más de un minuto del liderato.
Dos días después de la crono, la llegada a Ávila y su velódromo, tras afrontar dos puertos de primera categoría, Peña Negra y Serranillos, y otro de segunda, La Paramera, muy cerca de la ciudad abulense. Fernández y Belda intentan colarse en las escapadas en la primera ascensión mientras crece el nerviosismo en el seno de Reynolds que pone a funcionar a sus hombres en defensa de su líder. Se llega a Serranillos y comienza el show del Renault-Elf con Laurent Fignon de gregario para el “Caimán” Hinault. El bretón demarra con fuerza y tan solo un gran Marino Lejarreta es capaz de seguir su rueda y su isócrona pedalada. Contactan con los escapados y se dirigen tras pasar La Paramera a la ciudad amurallada. El velódromo abulense es testigo de una etapa histórica de la Vuelta Ciclista a España. Hinault se proclama vencedor y sentencia la ronda española. Gorospe llega a más de veinte minutos, derrotado, probablemente nunca volvió a ser el mismo sobre una bicicleta.
La llegada a la pista abulense en la edición de la Vuelta 87 no es tan recordada como la anterior, pero no por ello careció aquella jornada de momentos de importancia en la historia de la carrera. La noticia estallaba cuando apenas se llevaban catorce kilómetros recorridos en la etapa. Sean Kelly, líder sólido de la prueba, se iba para casa, se montaba en el coche de su equipo, el KAS, para abandonar la carrera debido a un molesto y doloroso furúnculo, su triunfo en la Vuelta tenía que esperar. El mando de la Vuelta quedaba en manos de Lucho Herrera que a la postre iba a ser vencedor final en Madrid unos días después. Pero el protagonista del día también lo fue cuatro años antes. Laurent Fignon entonces en el conjunto Systeme U, ponía tierra de por medio en el descenso de Serranillos, el mismo escenario en el que junto a su compañero Hinault destrozaron la Vuelta de 1983. Después de la frenética y fallida persecución del colombiano Herrera en el Puerto de Navalmoral, Fignon se presenta vencedor en el abarrotado velódromo de Ávila que esperaba al ídolo local Ángel Arroyo. El francés estuvo a punto estuvo de equivocarse y meterse por el desvío de vehículos, pero más allá de la anécdota el galo da la vuelta de honor por la pista y se mete de lleno en la lucha por una Vuelta en la que finaliza tercero en Madrid.