El belga, ya de 33 años, ha atravesado uno de sus peores años como profesional, en el que menos victorias ha acumulado desde 2003 (sólo una). Y no sólo por los escasos resultados, sino por la sensación de no ser ciclista que ha dado, sin correr demasiado y sin estar tan presente como a él le gusta. Un mito en horas bajas.
Aunque no está acabado y volverá. Después de un año glorioso y difícil de superar llega otro donde las cosas no marchan como se esperaba. Es hasta lógico, que le pregunten sino a Wiggins o al propio Cancellara, con el que parece que Tom forma el Ying y el Yang. Cuando uno está arriba, el otro desaparece del mapa por una u otra razón.
Por mucho que quiera, no puede pasar desapercibido. Un corredor histórico para París Roubaix y, sobre todo, para el Tour de Flandes, no tiene la posibilidad de no ser el centro de atención, de esquivar la presión que le exige luchar por la victoria una y otra vez. Y él, que ya acumula cuatro trofeos de la primera y tres de la segunda, tiene derecho a tener un año malo, o menos bueno.
Y es que la exigencia siempre estará al lado de Boonen hasta que finalice su carrera. Un palmarés absolutamente extraordinario, con un Campeonato del Mundo a sus espaldas, etapas en multitud de vueltas de una semana, clásicas de piedras como E3, Gante-Wevelgem o Kuurne, campeonatos nacionales, maillot verde del Tour… Quizás sólo con el paso del tiempo sepamos valorar al genio que está batiendo récords, por mucho que los antiguos critiquen su forma de ganar.
Hasta en eso es un campeón. Criticado por el ‘gitano’ De Vlaeminck por vencer sus París-Roubaix “al sprint“, algo que dicho ya de paso es falso, se rebeló y ganó la siguiente, la que le situaba en la historia, atacando a más de hora y media de la meta. En solitario, exhibiéndose. ¡Qué grande verte correr, Tommeke!
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